jueves, 18 de noviembre de 2010

Estornudo


Hoy  es una mañana húmeda,  un poco fría, el  clima está jugando una mala pasada a esta calurosa tierra.  Estoy  en la oficina  junto a  mis compañeros de trabajo, el aire  caliente de la misma y  el  que despedían los ventiladores  parece  hacer mella  en las frágiles fosas nasales de  una  compañera, el silencio que se contrastaba con el sonido del  ventilador y el sonido del teclado fue asaltado  de pronto por un estrepitoso estornudo. -¡Achuuuu!

-¡salud! Contesta otro compañero.

-gracias, responde Milenka mientras  restriega un pedazo de papel higiénico por  su nariz.

 Luego  otro estornudo  y otro más  invaden la  tranquilidad de la oficina. -¿qué  es? Comienzan las bromas, - si todavía no es  fin de semana.

Un estornudo más y mi mente se  transporta a un recuerdo  de mi adolescencia,  a mi epoca escolar.  Estaba en clase de matemáticas,  junto a mis  52 compañeros de clase, en medio de un examen  parcial,  el silencio  era  casi fúnebre para esos exámenes la profesora karol una de las más  estrictas  del colegio,  le gustaba  que fuera así,  así de  silencioso, así de fúnebre, nada podría interrumpir  ese silencio,  ni los cuchicheos de los compañeros, ni el nerviosismo plasmado  en el ruido  de los  zapatos. Nada  podía   interrumpir ese silencio.

Hasta que de pronto un  estornudo rompe el protocolo. -¡Achuuuuuuu! Era Pilar una  de las más  aplicadas  alumnas  con  su irregular   ataque alérgico. – salud contesta un  compañero.

Segundos más tarde otro estornudo  vuelve a incomodar el  ambiente y más aun a la profesora. Esta vez  más de uno  responde al estornudo con un cordial ¡salud!.  Esto  enoja un poco a la profesora  quien se está dando cuenta  que  está perdiendo  el control del silencio en el aula.

Otro estornudo   y  casi la mitad del salón  interrumpe el silencio del examen para  dar un ¡salud! en un gesto de solidaridad  con nuestra  compañera  que  atravesaba un ataque alérgico.

La profesora enojada  porque  por primera  vez perdió el control del silencio  agita  su regla de madera  y la estrella  contra  su pupitre- ¡SILENCIO! ¡CALLENSE! ESTAN  EN MEDIO DE UN EXAMEN  Y  NO SE PUEDE  HABALAR, AHORA  NO QUIERO  QUE NADIE  DIGA SALUD. ¿ENTENDIDO?- protestó la profe.

Todos nos quedamos en silencio,  de pronto  un  nuevo estornudo  interrumpe  el examen, nadie dijo nada, otro y otro estornudo  vuelven a interrumpir el silencio  y la concentración de pronto tras un último estornudo, una palabra de una voz chillona y anónima quiebra  la tranquilidad  y provoca el  estallido  de una risotada grupal.  - ¡MUEREEEE!

miércoles, 2 de septiembre de 2009

TE VEO EN EL CIELO


Me encuentro allí, justo fuera de la sala de embarque del aeropuerto Jorge Chávez. Viendo como todo una multitud de extraños se encuentran despidiendosé de los seres a quien aman, o de sus ocasionales anfitriones de esta gran ciudad. Me he detenido ha apreciar como cada una de estas personas tiene una peculiar forma de despedirse; he puesto atención en sus gestos, ademanes y su oparticular forma de decirse adios.
Unos se besan timidamente en la mejlla, otros con un simple apretón de manos, un grupo de turistas nipones levantan sus manos y hacen una tradicional reverencia con la cabeza a sus congéneres de esta parte del mundo, no faltan los más expresivos que previa fotografía se dan fuertes abrazos y cariñosos besos, como dispidiendose por última vez.
De pronto me asalta un recuerdo, viene a mi mente, la última vez que te vi, que te abrace y que te dije adios.
Recuerdo, que fue cuando me despedía, en mi último viaje de vacaciones, nunca antes habías venido a despedirme, pero esa vez lo hiciste y me dió mucho gusto. No sabía que sería la última vez que te vería, que te tomaría entre mis brazos, que sentiria tu calor, tu aprecio, no sabía que serían las últimas palabras que oiría de tus labios y que ahora retumban en mi cabeza.
-Adios, mi negro. ¿cuándo vuelves?, has de venir mas seguido-. Me dijo, carmencita la más jovén de mis tías.
No sabía que nunca más la vería, que el destino y la fatalidad la abrazarían para separarla de los que más quería, para siempre.
Aún recuerdo aquella última vez, como nunca antes, fue a despedirse de mí al aeropuerto, sin saber que sería para siempre.
Sin conocer eso, ambos seguimos la rutina de los demás, primero una fotos, una bromas en la conversación para dar fortaleza y hacer menos triste la despedida, y unos abrazos y dulces besos en las mejillas, para luego decirnos adios con la mano, mientras ingresaba a la sala de embarque y ella se quedaba con el resto de mis familares, se quedaban alli afuera, de pie tristes.
No supe que sería la última vez que la vería. Hoy que recuerdo esto me gustaría retroceder el tiempo, Sólo un minuto nada más, en un minuto en medio de esa última despedida, para poder colar entre ese dulce abrazo y beso, un “te quiero”.
-Te quiero carmencita, más ahora te lo diré allá en el cielo.
-Allá en el cielo.
-Claro, ¡si es que voy!.

viernes, 12 de junio de 2009

EL LADRÓN DE BESOS


Son las 11 de la mañana hora del recreo, me percató que allí está ella, en le pasillo, la tengo cerca a mí , a apenas unos pasos. No me aguanto las ganas y me acerco a su encuentro.
Me paro en su delante, la saludo con un beso en la mejilla, como de costumbre; mientras ella, mi adorada Fiorella, me mirá con sus grandes ojos café. me esbosa una tierna sonrisa sin saber que me muero por ella.
Rápidamente saco un llaverito de delfín que compre exclusivamente para ella en mi último viaje de fin de semana que realizé a Trujillo, tomo sus manos entre las mías y le entrego el obsequío.
Sus ojos se le iluminaron, y su rostro también.
-¿Para mí? ¡gracias amigo! ¿y eso por qué?- me dijo.
- Es que este fin de semana fuí con mis padres a Trujillo, ví ese delfín y pensé que te gustaría. Y quería ver ese rostro de felicidad-le mencione, con cierta desición en mis palabras .
-¡Ho!, ¡si! ¡gracias amigo, que bueno eres!-me contesto muy alegre.
Luego me dio un abrazo de agradecimiento y continuamos conversando.
Me apenaba saber que se acababa el año. Que este año seríamos promoción y que tal vez nunca más nos volveriamos a ver, y lo peor de todo es que ella nunca se enteraría, que yo la amaba, que la venía amado en silencio todo este año, que nunca se lo dije porque soy un cobarde. Lleno de miedos y complejos.
La veía féliz contemplando su obsequío y mirándome a la cara, llena de felicidad. Pude ver que me hablaba, me conversaba seguro de algo importante, pero yo sólo veía sus ojos, los cuales estaban fijos en los míos, escuchaba su voz pero no entendía lo que decía. estaba imnotizado.
Yo estaba decidido, la tenía tan cerca a mi, más cerca de lo que nunca jamás he estado de ella y era hora de hacer algo. Era hora de acabar con mis miedos, de derrotar al perdedor que habitaba en mi. Pensaba que talvez esta sería mi última oportunidad y que nunca jamas volvería a presentarse una oportnidad como esta.
Era el momento, mi única oportunidad de manifestarle lo que sentía en mi corazón, de expresarle cuanto la quería y desde cuando la admiraba y gustaba en silencio. De poder decirle con mi corazón abierto que no sólo la veía como amiga, sino también como mi enamorada.
La continuaba viendo, miraba sus ojos, anonadado, perplejo veía como sus labios se movían articulando cada palabra que salía de su boca, sentía su aliento fresco sobre mi cara y no pude más, la tomé fuertemente con mis dos manos de cada lado de su rostro y ahoge sus palabras con un beso. La besé, no lo pude creer, en un acto de cobardía, de locura, de amor o deseperación no lo sé; fuerón tan sólo unos segundos, pero eso me basto, luego corrí. Corrí como el cobarde que soy, y ella se quedo allí; perpleja, idiotizada, paralizada mirandome con la boca abierta como me alejaba.
Fue el momento más feliz de mi vida y aunque ahora no me habla, cada vez que recuerdo ese momento soy féliz. Soy féliz aunque no he de olvidar que me costó cara mi osadía, porque de todas maneras la perdí.

martes, 10 de marzo de 2009

LA GENTE INVISIBLE


Estoy parado a media calle, perplejo, abrumado, incomodado por la multitud que le pasa por su costado, lo roza, lo esquiva, lo ignora. Algunos miran sin mirarlo, de reojo, de pasada pero no se inmutan, no se le acercan, no se conmueven, ni se impresionan. Parecen no advertir al pequeño humano que se ha dignado a parase en media calle con la esperanza de ser socorrido, ayudado, tomado en cuenta por aquella multitud indiferente, ciega e insensible. Acostumbrada a esquivarle a las desgracias ajenas y motivadas por su propio egoísmo no lo ven o no lo quieren ver. Por tal motivo su particular desgracia le ha hecho invisible a la masa.

He notado que tan sólo es un niño. El panorama es muy fuerte y su desgracia aún peor, ha sido protagonista de algo terrible, escalofriante y pavoroso, lleva las marcas de lo ocurrido en su piel. Sus manos y su rostro están desfigurados, las marcas de las quemaduras son muy profundas, las heridas ya están cicatrizadas pero las marcas son indelebles. En su pequeño rostro se aprecia una mirada tierna y a la vez vacía, casí seguro es por el golpe diario de la indiferencia que día a día lo castiga y al que por necesidad se ve sometido a afrontar. Sus labios casi han desaparecido dibujando una permanente sonrisa que muestra sus diminutos dientes de leche. Parece no tener parpados, sus globos oculares parecen querer salirse de su lugar, su rostro se ha convertido en una eterna mascara, una impresionante mueca horrible. Pero lo que más llama la atención es el desconsuelo que refleja su mirada.

¿Quién es él? Él es uno de los miles de denominados “la gente invisible”. A pesar del dolor y el drama que les tocó vivir. Nadie los ve, no se les acercan, no los apoyan, nadie les da una palmada de ánimo en su espalda y no los quieren, porque nadie quiere a quien no conoce.

Llevo ya un buen rato observando y sólo algunos pocos se han dignado a mirarlo y otros pocos se le han acercado a colaborarle.
Los hemos hecho invisibles, para no comprometernos porque somos indiferentes, despiadados e inclementes al dolor ajeno.
Hoy he pasado por la misma calle, mi paso a sido distraído, pensando en mis cosas, divagando en mis frivolidades. ¡No lo puedo creer! acabo de cruzar la calle y me doy cuenta que he pasado por su lado, lo he rosado, lo he esquivado, no me he inmutado con la presencia de aquel pobre niño. Lo he hecho invisible, y he caído en la cuenta de que si él es invisible yo me he convertido en un imbecil insensible.

martes, 3 de marzo de 2009

SE FÍA A LOS MUERTOS

Estoy sobre la motocicleta cumpliendo una serie de tareas y haciendo aun más laborioso mi día de descanso, a bordo de mi vehículo el impetuoso astro rey, me ha castigado durante toda la mañana, no ha tenido piedad de mí, me ha lanzado sus implacables rayos solares, deshidratando mi cuerpo, empapándome de sudor y resecando mi garganta.
Me siento agotado, siento la boca seca y mis ganas de beber son tremendas.
Diviso una vieja bodega de barrio, de un gran portón de madera y un enorme letrero dibujado a mano con pincel. “Bodega Karlita”.
-“Este es un buen lugar para aplacar mi sed”- pensé.
Me estaciono en la entrada, me dispongo a entrar y lo primero que llama mi atención es un gran letrero plastificado de fondo blanco y letras negras que decían lo siguiente: “SE FÍA A LOS MUERTOS”, el mismo estaba ubicado en el nivel superior del estante que le daba el frente a la entrada.
Me causo gracia el escrito. Estaba claro que aquel bodeguero a quien se le notaba lleno de años de experiencia como comerciante de barrio, luego de un sin número de malos ratos por haber accedido a dar crédito a vecinos y amigos que resultaron malos pagadores, había decidido mandar a hacer dicha inscripción. Para de alguna manera poner un alto a cualquier persona que quisiera entrar con los ánimos de pedir nuevamente fiado.
Sonrío, e ingreso al local y al instante pido una Coca cola.
Al recibir mi gaseosa le doy un primer sorbo, luego me dirijo a la puerta para empezar a beberla buscando que la brisa que corre tímidamente por la entrada me refresque.
Al instante un moto taxista a bordo de su vehiculo se para al lado de donde me encontraba, en el asiento del pasajero se encontraban dos voluminosas damas, que venían conversando amenamente.
No me inmuto y doy otro sorbo a mi bebida mientras sigo refrescándome con la brisa.
El mototaxista baja y se sorprende con el letrero, al igual que yo sonríe por la inscripción, luego ingresa a la bodega pide un cigarro, lo enciende, luego se dirige hacia las damas e interrumpe su conversación:
-Chavela mira lo que dice ahí: “Se fía a los Muertos” Eso debes de poner en tu tienda, jajaja.
La señora un poco incomoda porque le cortaron la ilación de la conversación que sostenía con su acompañante le responde:
- ¡Se fía a los Muertos! ¿Y qué estas esperando? Dile que te fíe pues.- manifestó con una voz picara y segura.
- ¿Qué me fíe? ¿Por qué?-manifestó extrañado el conductor mientras fruncía el ceño.
-¿Cómo que por que?, dile que tu pájaro se ha muerto. Ja ja ja ja- lo dijo socarronamente estallando en una risotada.
No lo pude evitar, al escuchar la respuesta el sorbo de gaseosa me termino saliendo por la nariz, luego se convirtió en una carcajada.
- Mira como se ríe ese joven . jajajajaa- manifestó la señora.
EL motaxista avergonzado seguramente por mi falta de tino para reír, subió a su vehiculo y muy raudo emprendió la marcha mientras las señoras derramaban carcajadas dentro del vehículo.
-Jajajaja… tu pájaro se ha muerto jajajajja, dile que te fíe jajaja- vociferaban felices.

domingo, 1 de febrero de 2009

LA MARCA


No todas las almas son buenas, uno nunca sabe que tipo de ente estará a la espera, atento de que alguien le abra la puerta, y le permita de nuevo estar de alguna manera presente en este mundo. No puedes elegir a tu alma preferida, sólo colocar el tablero prender tus velas e invocar que alguien en el más allá te escuche y se atreva a participar en tu juego, el juego de la Quija.
¿Porqué lo hacíamos? No lo sé con certeza. Talvez esperábamos alguna respuesta para el futuro o saber lo desconocido del pasado. Tal vez por el simple placer de hacerlo. Lo cierto es que nos fascinaba, sentimientos de temor y valentía se encontraba en cada una de las sesiones.
Mis amigos y yo, sabíamos que existía el riesgo de que el alma invocada no quisiera irse de la misma manera que vino, y decida quedarse en este mundo. Por tal motivo siempre realizábamos las sesiones en lugares descampados, desoladas, casas abandonadas, y hasta aquella vez fue un éxito.
Recuerdo que una vez fuimos a una iglesia abandonada, una que tenía catacumbas, estaba abandonada y en proceso de refacción por tal motivo el pase a este lugar estaba prohibido.
Eso no nos importo, ni nos detuvo. Ingresamos buscamos el lugar mas tétrico y nos sentamos, prendimos las velas y comenzamos con el ritual de invocación. Al instante apareció un alma, nos dio mucho miedo pues se trataba de un alma rebelde. Movía la copa con fuerza, se negaba a dar su nombre, y la razón por la que se encontraba ahí, después de un largo rato logramos convencerlo de abandonar el juego.
Aún rememoro la última vez que participe de ese juego maldito, me asuste tanto que decidí no volver hacerlo.
Todos decidimos hacer el juego de la Quija en nuestro propio barrio. Al igual que las otras veces nos sentamos prendimos nuestras velas, mi amigo Luís y yo colocamos ligeramente las manos sobre la copa que estaba en el tablero y comenzamos a invocar para que se presente un alma. Y así sucedió el alma se presento, para nuestra mala suerte de una de las ventanas de una casa salió un señor molesto y vociferando a gran voz – ¿Qué carajo están haciendo muchachos de mierda?
Nos asustamos porque nos agarro desprevenidos y metimos la pata en grande. Soltamos el tablero y dejamos caer la copa al piso, la misma que se partió en pedazos cuando teníamos el alma en el tablero.
En ese momento una ráfaga de aire muy fuerte atravesó nuestros cuerpos, embriagándonos de pánico y temor. Un temor inimaginable, sabíamos que el alma se había quedado en el barrio y que seguiría al menos a uno de nosotros. Desesperados agarramos el tablero y corrimos, corrimos todos en diferentes direcciones cada uno a su casa con intensión de despistar al alma para que no nos siguiera, ni conozca nuestra ubicación.
Llegue a mi casa con mucho miedo casi temblando, no articule palabra alguna y me metí de un salto a la cama, el miedo me embargaba y cuando por fin logre dormir tuve una de mis peores pesadillas.
En mi sueño intentaba escapar de un ser extraño, no lo podía ver, sólo sentía su presencia como una sobra que se acercaba muy velozmente hacia mi. Sentía su respiración su presencia, su mirada pero no podía ver lo que me seguía.
En mi sueño corría despaborido por calles silenciosas. Lograba gritar pero nadie me escuchaba, nadie me auxiliaba, en eso siento que algo me coge de la pierna, exactamente desde la pantorrilla me sujeta y me aprieta fuertemente. Sólo atino a gritar, ha gritar desesperadamente -AAAAAHHHHHHH!!!
Logro despertar y darme cuenta que se trato sólo de un sueño, bajo de mi cama y me dirijo al baño y siento ligero dolor en mi pierna, me levanto el largo del pantalón y me doy cuenta de algo terrible, en la pierna que me había agarrado el ser extraño en mi pesadilla, en esa misma pierna tenia un moretón con forma de mano.
Estoy seguro que ese moretón me lo hizo el alma que dejamos escapar, ahora ya no tengo la marca, se borro a las pocas semanas. Pero jamás voy a olvidar la marca en mi pierna.
GRACIAS DAVID

martes, 13 de enero de 2009

UN ÁNGEL EN UNA TABLA


Después de comprar cerveza, comida y abundante agua, nos dirigimos rumbo a las paradisiacas playas del sur, para recibir el nuevo año como se debe, y eso es acampando en algún lugar del litoral limeño.

No éramos los únicos con esta idea, en nuestro paso por las playas nos dimos con la sorpresa que miles de personas se encontraban ya ocupando la playa, un sin numero de carpas multicolores nos indicaban que deberíamos adentrarnos más al sur, para encontrar la paz y libertad que buscábamos.
Es así como llegamos a Puerto Viejo. Alquilamos dos carpas en donde nos instalamos para luego beber, bailar y comer hasta las cuatro de la mañana.
Ya en horas de la mañana el calor arreciaba sobre nuestras resaqueadas humanidades, por tal motivo decidimos refrescarnos en el mar.
Era una sensación divina, por más que nos adentrábamos en el mar éste nos llegaba a la cintura. Luego nos percatamos de la presencia de una isla de piedras en medio del mar, en la cual habían pequeñas cruces de madera con inscripciones. Aquella isla era una especie de rompeolas y provocaba dos tipos de olas que llegaban en diferentes direcciones.
Los demás compañero de juerga salieron del agua y sólo quedamos Walter y yo. Sin medir el peligro y motivados por la euforia y nuestra estupidez, nos establecimos el reto de quien llegaba primero al islote de piedras.

Nadamos sin parar, el oleaje se puso cada vez mas fuerte conforme nos acercábamos, ya no sentía el suelo y seguí nadando.
Walter me llevaba ventaja cuando estaba por llegar uno de los pescadores que se encontraba desde el rompeolas nos grito: -No vengan por acá, es peligroso, o quieren que pongamos dos cruces más con sus nombres.
Walter llego y subió al islote y desde ahí me pidió que regrese.
-Daviiiiiid regresaaaaaa! ¡es verdaaaad! esta muy fuerte el oleaje. Mira mi brazo idiota- me enseño su brazo y estaba sangrando. Se había cortado con las filudas piedras de las cuales se agarro para que la ola no se lo llevase.
Pero ya era tarde para mi, las olas me zarandeaban a su antojo, trate de aferrarme al islote de piedras, pero apenas logre rozarlo con uno de mis dedos, cuando una fuerte ola me llevo mas adentro.
Me comencé a desesperar le pedí ayuda a Walter. –Walter ¡Ayudame!, ¡me ahogo!- pero él atónito, no pudo hacer nada.
La marea me seguía llevando, trate de tranquilizarme y de no desesperarme, sin embargo el encontrarme solo en medio de las olas era una sensación inaguantable.
Me llegue a cansar y un calambre paralizo una de mis piernas, me comencé a hundir y a tragar agua, era mi fin. Pero una voz me dijo – Sujétate fuerte.
Voltee y era un surfista con su tabla. Así lo hice me aferre de su tabla con fuerza.
-Tranquilo yo voy a nadar por ti, ya estas a salvo, todavía no ha llegado tu hora, tienes muchas cosas que hacer- me dijo.
Al cabo de unos minutos pude divisar la playa y me emocione de alegría, se me salieron las lágrimas de felicidad, por fin pude tocar la arena con mis pies, luego llore y le di las gracias a mi improvisado héroe por salvarme de una muerte segura.
-Sólo recuerda lo que te dije y has tu lo mismo-fue lo último que me dijo.
llegue cansado, caí de rodillas en la playa voltee y ya no estaba el surfista, le pregunte a un grupo de chicas que estaban muy cerca de mi, -¿saben para donde se fue?
-¿Quién?- me dijeron ellas,
-El surfista que me ayudo salir- les indique.
Ellas se miraron con desconcierto y me dijeron -Estas loco, si nosotras te hemos visto venir desde al fondo solo-
-Solo, no puede ser.
-Si, estabas solo- reafirmaron.
Sólo entonces, llegue a la conclusión de que aquel extraño personaje, se trataba de un ángel, un ángel en una tabla.
GRACIAS DAVID.

miércoles, 31 de diciembre de 2008

EL ARTISTA DE LA CALLE

Recuerdo que estaba caminando en una tarde de invierno por las frías calles de Lima, mis pasos me acercaba al Parque Universitario, personas iban y venían cada individuo caminando alerta a su entorno y sumido en su propio mundo mental, nada nuevo hasta el momento. De pronto a unos pasos mas adelante una aglomeración de personas me llama poderosamente la atención, me traspasa una curiosidad innata por saber el porque del tumulto y decido acercarme. Con cada paso que doy me doy cuenta que aquel gentío se encontraba feliz, las carcajadas se escuchaban hasta dónde yo estaba. Apresuro mas mis pasos para saber ¿Qué pasa? ¿Por qué tanta alegría? ¿Qué es lo que les llama poderosamente la atención?
Al llegar me doy cuenta que el centro de atracción de esta gente es un individuo singular, de apariencia cómica. Su contextura muy delgada y su mediana estatura contrastaban con su vestimenta ancha, provisto de una camisa de colores y un pantalón dril marrón y sus zapatos negros empolvados. Sobre su cabeza llevaba una gorra roja de visera, que cuando se la quitaba dejaba ver su frondosa y crespa melena, que le caía sobre los hombros, sus enormes ojos negros, su nariz chata; pero lo que más llama la atención es su enorme boca y sus avispados ojos, los cuales utiliza hábilmente para realizar una serie de muecas que acompañaban su espontánea retórica.
Luego de lograr someter a todo ese gentío a toda una sesión de risotadas, se saca la gorrita de la cabeza y pide una colaboración a todos, sigilosamente va pasando por el rededor del circulo formado por la gente, curiosamente las risas se apagan, sólo se escucha caer dentro del gorro unos tímidos centavos.
Moviendo la cabeza con decepción, el hombre de apariencia graciosa continua su recorrido gorra en mano dentro de ese círculo.
De pronto sus ojos se le iluminan. Una mano infantil ha dejado caer dentro de ese sucio gorro rojo una moneda de un sol.
Inmediatamente toma la moneda la levanta en alto y se dirige a su publico:
-¡Miren! ¡miren! ¡No les da verguenza! Todos han echado dentro del gorro centavos. Pero éste niño, éste niño ha dado un sol. Esta moneda de un sol, seguro era para que se compre su caramelo y su chocolate, pero éste niño que no debe de tener más de 8 años reconoce mi trabajo, el trabajo de un artista de la calle.
Luego sigue pasando la gorra y más individuos se animan a colaborarle con monedas igual de generosas.
Inmediatamente el cómico quiere gastar un nuevo chiste, levanta la moneda de un sol, se pone al medio de su espontáneo escenario y realiza un paneo con su rostro a todo su publico realizando una de las muecas mas extravagantes, graciosas y cachacientas que he visto y dice:
-Ahhhhhhh! Pero este niño es re contra inteligente, escucha como piensa; Éste niño analiza y piensa así: “esta moneda de un sol mi papá y mi mamá me lo han dado para comprar caramelos y chocolates. ¡Pero los caramelos y chocolates me van a joder los dientes! Mejor esta moneda de un sol se lo doy a éste cojudo que pasa con su gorrita y que se joda él”.

jueves, 25 de septiembre de 2008

ANECDOTA DE MEDIA NOCHE


Nos encontrábamos cansados, estresados por la rutina y el trabajo diario. Así que con un grupo de amigos decidimos realizar un viaje de aventura de fin de semana al norte del país; después de discutirlo por un rato acordamos que nuestro destino sería Chiclayo.
El caluroso departamento de Chiclayo nos recibió muy bien, pero no era suficiente, nuestras expectativas de descanzo y silencio absoluto eran más grandes, queríamos encontrar un lugar alejado, de apariencia rustica, donde el bullicio de la ciudad y la tecnología no nos alcancen.
Alquilamos una combi que nos transportara a un lugar alejado, un lugar al azar. Y sin dudarlo nos transportaron 42 kilómetros fuera de la ciudad de Chiclayo, exactamente al caserío de Pacora.

Parecia ser el sitio preciso y exacto que buscabamos, un lugar lleno de chacras, sembríos, naturaleza, polvo, tierra, casas de adobe y silencioso.

Rápidamente nos alquilamos una pequeña casa de paredes de adobe, una inmensa chacra en la parte trasera en donde se encontraba un pequeño taller totalmente vacio, muy peculiar. Pues tenía las ventanas tapiadas con ladrillos de adobe pero no tenía puerta.

Otra particularidad del lugar era que el grupo electrógeno que brindaba el fluido eléctrico al pueblo se apagaba a las 5 de la tarde. Al anochecer notamos que en el cielo no hay ninguna rastro de la luna, ni las estrellas, y sin fluido eléctrico el lugar se convertía en una zona de penumbras. Era difícil ver más allá de tu propia nariz.

Pero esto no fue impedimento para que entremos en la casa prendamos nuestros lamparines y en medio de la sala nos reunimos a tomar unos tragos del lugar que compramos en el camino.

Ya habían pasado varias horas, y tenía ganas de ir a miccionar, no quería ir sólo así que le pedí a mi gran amigo Lucho que me acompañe:
-¡Oe Ñato!, acompañe a orinar.
- Vamos pe, yo también tengo ganas, me contesto mientras se ponía de pie.
Salimos a la parte de atras donde estaba la chacra y el taller. No se podía ver nada.
_!carajo!, no veo nada acabo de hundir mis zapatos en tierra muerta -renegué
_Yo también, me contesto mi amigo.
Era difícil acostumbrar nuestra visión a semejante oscuridad, pero de pronto ocurrió algo inesperado.
Al estar acabando de orinar logro escuchar un sonido de pala, como si alguien estuviera haciendo un hoyo, levanto mi mirada al frente y mis ojos se clavan en el taller abandonado. Pude observar que de las ventanas tapiadas con mas adobe brotaba una luz resplandeciente que hacia parecer que la ventana tenía cortinas nuevas. Sin embargo de la entrada sin puerta no salía nada, casi no pude creer lo que vi, me espante tanto a tal punto que un escalofrió recorrió mi cuerpo erizando todos mis pelos.
Tome algo de fuerza y voltee la mirada hacía mi amigo para avisarle y el estaba igual no podíamos hablar ni movernos. Entonces de atrás nuestros demás compañeros nos gritaron -¿Qué hacen? ¿Tanto se demoran?- lo que nos permitió reaccionar y correr entre tropezones hacia dentro de la casa. Una vez adentro les contamos a todos sobre la luz amarilla que salía de aquel taller viejo y abandonado y del sonido como si escarbaran la tierra.
Nuestro relato causo tanto temor en los demás que sin casi pensarlo salimos de esa casa corriendo en medio de la oscuridad con las botellas de trago en nuestras manos y nuestros maletines al hombro.
Nos paramos en la carretera sin asfalto y polvo esperando un vehículo que nos regrese a la ciudad, al bullicio y la tecnología de la que venimos huyendo.
Al día siguiente el dueño nos contó que en aquel taller vivía una chiquita enfermita y le gustaba jugar a buscar oro por las noches, después de un tiempo la niña falleció en ese taller, allí la encontraron en el piso con su lamparín roto y una pala.

GRACIAS DAVID

lunes, 22 de septiembre de 2008

LOS 20 CÉNTIMOS


La tarde estaba fresca y lluviosa, en contraste con las primeras horas de la mañana, en donde un fuerte sol arreciaba la capital loretana. Como todos los días, hoy ha sido un día muy fatigoso y cansado por las múltiples labores que realizó.
Mi día comienza a las tres de la mañana, me levanto a realizar todas las labores de la casa y preparo mis implementos para el trabajo.
La comida es mi trabajo, prepararla es mi placer, pero complacer a mis asiduos comensales es mi deber.
Hoy me siento muy cansada, mas que de costumbre, creo que es por el embarazó, mis siete meses de embarazo me obligan a echarme una siesta algunas tardes, actividad a la que no estoy acostumbrada.
Mi hijo Bruno se encuentra Jugando en la sala y con ordenes estrictas de no salir a la calle mientras me encuentro descansando. A sus cinco años él es muy obediente y un buen muchacho.
Estoy recostada en mi cama y siento una presencia en mi habitación, ligeramente entreabro mis ojos sin inmutarme y veo que es mi pequeño hijo.
No sé que le ocurre, le notó extraño, esta entrando muy sigilosamente a mi habitación, antes de entrar se me acerca me mira y cree que sigo dormida, y continua caminando hacia mi cómoda.
Muy despacio abre el cajón que está mas cerca al suelo y lo usa como escalón, para poder alcanzar el cofre que se encuentra en la cima de dicho mueble.
Sin hacer casi ningún ruido abre el cofre y saca algo. No logro ver lo que es, pero es algo pequeño, luego lo esconde en sus bolsillos, para luego volver a cerrar el cofre y bajarse del cajón cerrarlo en un absoluto silencio y dejar todo como si nada hubiese ocurrido.
¡No puedo creerlo!, acabo de ver que mi hijo ha sacado algo de mi joyero sin mi consentimiento y no sé lo que es.
Decido esperar cinco minutos, para luego salir a averiguar que esta pasando.
Al salir a la sala, veo a Brunito, mi hijo, que se encuentra jugando con algo redondo y al verme se dirige con prisa hacia mi.
-¡Mamí!, ¡mami!, ¡mira lo que me encontré! -Me dijo mientras levantaba su mano derecha y me enseñaba una moneda de veinte centavos que sostenía entre sus pequeños dedos.
Mis dudas fueron disipadas, -eso era lo que saco de mi cofre, una minúscula moneda de veinte céntimos.- Pensé, pero no me preocupo el valor monetario de la moneda, sino porque mi pequeño me estaba mintiendo y peor aún me estaba robando.
Esta era mi oportunidad para enseñarle una lección y un valor de por vida, pero antes quise saber hasta donde llegaría con su engaño.
Así que mientras levantaba su mano para enseñarme su moneda, note que esta estaba sucia como si hubiera sido sacada de tierra húmeda.
Sin duda mi hijo al sacar la moneda del cofre la había ido a enterrar y ensuciar para hacer mas creíble su historia.
-¡Esto estaba llegando demasiado lejos -me dije dentro de mí.
Lo miré a los ojos y le dije: -¡Que suerte tienes!, ¿dónde te lo encontraste?
-Afuera. –respondió sin mirarme.
-¿Dónde dices?-le volví a preguntar.
-Afuera mamí. –me dijo esquivando mi mirada.
- ¿Con que afuera no! – le respondí irónicamente mientras decidí desenmascararlo.
Estoy convencida que a las personas se les educa y corrige desde chicos. Aunque me causó gracia lo que hizo Brunito, sé que esto podría trascender a algo mas grande de lo que me podría arrepentir y no estoy dispuesta a que esto ocurra, mucho menos con mi hijo, el ser que tanto quiero.
Así que lo mire fijamente a los ojos y le dije: -¿Así que te lo encontraste en la calle? ¿Y qué hacías en la calle si no tienes permiso de salir y tú no sales ni me desobedeces por nada del mundo?
Brunito me miraba anonadado, sorprendido y asustado.
- Tu me quieres engañar, pero no me vas a poder engañar, porque yo soy tu madre y nunca me vas a engañar.
Estas palabras retumbaron en los oídos de mi pequeño que estaba empezando a inundar sus ojos con lágrimas.
- Dime la verdad, tú has agarrado esta moneda de mi cofre que esta en mi cómoda, y lo has sacado al patio y ensuciado con tierra para hacerme creer que te lo has encontrado. ¿Si o no?
Brunito asintió con la cabeza, con su mirada triste.
- Hijo no vuelvas a hacer eso, porque lo que tu has hecho es robarme y eso no se hace eso esta mal. -Le reprendí.
- brunito no resistió mas sollozando se abalanzó a mis brazos, diciendo: -¡Perdóname mamá! ¡no sabía!, ¡no quise hacer eso!. -Correspondí a su abrazo y sentí que su arrepentimiento era genuino, tan genuino que nunca más lo volvió a hacer.

GRACIAS PAQUITA

martes, 24 de junio de 2008

LA CUEVA DEL INDIO


Aquella tarde estábamos mas relajados en la Villa de Aguas Claras, una hermosa finca en donde permanecimos concentrados durante nuestra preparación física y técnica en Cuba. Ya habíamos acabado los entrenamientos de preparación en la isla, sobre todo los tan estresantes sparring, con nuestros anfitriones cubanos. Todo el equipo de boxeo del Perú, cámara en mano, estábamos preparados para conocer un poco más de esta calida tierra.
Aquella tarde tomamos “la guagua” (el bus) que nos llevaría a la tan famosa y esperada “Cueva del Indio”.
En este viaje nos acompañaban dos personajes peculiares, Casihuara, un moreno de 1.90 Mts. de peso medio (75 kg). de labios gruesos ojos grandes cabello muy corto, de rostro muy serio y poco expresivo, y su fiel compañero Joel, también un moreno, pero de los llamados pesos chicos, un peso pluma (57 kg) para ser exacto. No había logrado hablar mucho con estos dos personajes, no hablaban mucho, al menos no conmigo, tenían una mirada extraña y una de las pocas palabras que continuamente les oía decir cuando se dirigían a mí era “CHANGE” mientras se tomaban con sus dedos sus pulóver.
Me tenían hinchado, me seguían a todos lados con su tan irritante “change”.
El panorama hasta la tan famosa “Cueva del Indio” tenía una vista espectacular, se podía apreciar el verdor del paisaje por todos lados.
-Ya en la cueva, un guía nos prevenía sobre los accidentes que podríamos tener durante nuestra visita en ese cavernoso lugar, debido a que el lugar era húmedo y resbaladizo, dotado de poca visibilidad.
-¡Cuidado con la cabeza! ¡caminen con cuidado! -nos advertía el guía.
-¡Au!-se escucho quejarse a Casihuara. La poca visibilidad y el gran tamaño de nuestro amigo, produjo que se golpeara la cabeza con unas de las puntas de la cueva.
-¡Nero! ¡cuidado con los cachos! Jajajaja…-dijo uno de nosotros, mientras todos reímos por la desdicha de nuestro invitado. Quien después de lamentarse un momento, lo tomó con gracia.
Ya en el interior de la cueva estábamos en una especie de embarcadero, era espectacular, un río corría dentro de la cueva.
Rápidamente nos subimos y acomodamos a lo largo de la pequeña embarcación y nuestro guía se coloco en la proa del barco con una linterna, para así dar inicio a nuestro viaje por este río subterráneo.
Mientras nos deslizábamos por las aguas subterráneas de esta gruta, el guía nos contaba sobre la profundidad y longitud de la travesía, además por momentos señalaba con su linterna hacia algunas rocas de la cueva.
- Y ahora fíjense en aquella silueta de un indio cacique fumando en pipa.
Todos mirábamos estupefactos tratando de reconocer la figura en la roca.
Luego alumbro a otro punto de la cueva.
- ¡Miren!, ahora la cabeza de un cocodrilo.
-¿dónde? –repetimos al unísono. Todos seguíamos con la mirada los puntos que alumbraba.
Más allá, nos indico con la linterna y con su dedo índice.
-Aquello parece una botella de champaña, y aquello la cabeza de un gallo. Vean, vean esas estalagmitas y estalactitas. –repetía nuestro guía.
Era increíble las rocas tenían las formas que nos indicaba.
- Yo sólo les e indicado algunas formas que se ha podido reconocer hasta el momento, ahora ustedes de repente pueden identificar algunas otras formas existentes en la cueva. – nos indico el guía.
De repente oímos
- ¡Miren! ¡miren! –dijo nuestro amigo Casihuara, mientras señalaba desesperadamente el techo de la caverna.
Todos respondimos:
- ¿qué es? ¿qué pasa? –manifestamos mientras tratábamos de ver algo hacia la dirección que señalaba Casihuara, en ese oscuro lugar.
- ¡No hay nada nero! Decían los compañeros.
- ¡Miren! ¡miren esas rocas! – replicó desesperado nuestro amigo, mientras avanzábamos lentamente en el bote.
- ¿Qué cosa? ¿qué has visto? -Preguntamos en una sola voz, exasperados por su insistencia y por querer averiguar su posible asombroso descubrimento.
- ¡Miren!, ¡Miren! insistió una vez mas con gritos desesperados.
- ¡No vemos nada nero! ¿qué es?- replicamos de una vez.
-¡Miren una pinga! – contesto con una voz gruesa y picara.
Todos reímos a carcajadas
- ¡Cuidado con las cabezas! – exclamó nuestro guía, mientras seguía riendo junto con nosotros.

miércoles, 11 de junio de 2008

¡HE VENIDO A CUIDARTE!


Acabo de llegar a la capital de la republica, mi querida Lima. Hace frío, no tanto como lo esperaba, el vuelo desde Iquitos hizo escala en Tarapoto. Odio los vuelos con escala, me parecen muy largos, desesperantes, incómodos, pero no me quedaba alternativa no habían otro tipo de vuelos para éste día. Necesito estar en casa sobre todo hoy, tengo una necesidad urgente de ver a mi madre. Aunque no la podré ver porque desde hoy se encuentra en el hospital, debido a que mañana la someterán a una operación. Le prometí estar allí para después de la operación para cuidarla, para retribuir los cuidados que ella me brindo cuando era niño, ahora es mi turno de ver por ella. A ella le han dicho que necesita someterse a un cuidado post operatorio muy estricto para evitar cualquier problema o riesgo innecesario en su salud.
Es media noche, me acompañan en mi viaje mi esposa y mi hijo. Salimos del aeropuerto y rápidamente tomamos un taxi que nos llevaría a casa de mis padres. El trayecto es silencioso. Mi esposa advierte mi preocupación, parece que se me nota en el rostro y en mi silencio, ella me mira y me abraza, no me dice nada, y creo que es mejor así. Me encuentro muy sensible y prefiero no me hable, para evitar quebrarme. La sola idea de que mamá se encuentre en estos momentos en el hospital, sola y esperando nerviosa el momento de la operación me mantiene inquieto y dubitativo.
Después de una hora de trayecto el taxi se detiene frente a mi casa. En eso se me viene a la mente todas las anteriores veces que he venido a visitar a mis padres. Recuerdo que la primera en asomarse por la ventana siempre ha sido mamá. Pero hoy no, nadie se ha asomado por la ventana.
Toco el timbre y tardan en abrir, seguro es porque ya es la una de la madrugada y ya todos están dormidos. Insisto con el timbre y en pocos segundos se encienden las luces del segundo piso, en la habitación de mi padre. Nos encontramos parados con las maletas afuera en la puerta principal y puedo escuchar que mi padre y mi hermana bajan las escaleras para darnos la bienvenida.
Al verme, mi padre me abre sus brazos, me abalanzo a corresponder su saludo, lo extrañe mucho. Mientras le abrazo le doy un beso en la mejilla como siempre lo he hecho desde niño. De pronto me asalta el recuerdo de mi madre. Recuerdo que cuando llegaba de visita, ella era la primera en abrazarme, en estrujarme entre sus brazos, en decirme que me extraño, en llenarme de besos como si fuera todavía un niño. Luego una estocada, un sentimiento más fuerte me toma por sorpresa. ¡El miedo!, el miedo me abofetea el rostro y imagino que de pasarle algo a mamá, si algo sale mal, no abría mas abrazos, mas besos, mas miradas de amor de madre, Ya nunca mas la escuchare decirme que se alegra de verme, que soy su negrito querido.
Apretó los dientes mientras termino de abrazar a mi padre, luego me abalanzo a los brazos de mi hermana y escondo mis ganas de llorar. No quiero que me vean llorar, no quiero que sepan que estoy preocupado por mamá, además no hay motivos para llorar, no ha pasado nada.
El día de la operación no hemos podido ver a mamá, mi hermana se ha quedado afuera del hospital, no la han dejado pasar por ser menor de edad. Me ha tenido que esperar muy angustiada en la puerta de ese nosocomio, mientras me dirijo al pabellón de oncológia para ver a mi madre.
MI padre está preocupado pero no me lo quiere decir, me dice que mi madre la subieron a la sala de operación desde hace horas y no la traen de regreso a su habitación. Le informaron que se trataba de una operación de un par de horas. Al final del día no hay noticias de mamá. El único que puede quedarse en el hospital es papá, sólo a él le han dado un pase, los demás tenemos que retirarnos.
Al siguiente día fui temprano, no soportaba más tenia que ver a mamá. Casi no pude dormir.
Me encuentro otra vez en el hospital, con aún más miedo del que sentí el primer día, tenía miedo de una noticia terrible. Me acerco a la habitación 705 lentamente, mi padre esta en la puerta, al parecer esperándome. Le veo sonriente y eso me alegra significa que mamá estaba ahí y que se encontraba bien.
Cuando me acerco me dice:
-Esta cansada y no debe hablar mucho por la anestesia, para que no se llene de gases.
Asentí con la cabeza mientas voy entrando a la habitación.
¡No lo puedo cree!, Mamá se encuentra allí acostada sobre su cama, con una bata blanca con apariencia cansada y adolorida. La veo envejecida y maltrecha. Me conmueve verla así.
Ella está despierta, me ve, se alegra y se entristece a la vez, lo sé por que a arrugado su rostro e inundado sus ojos con lagrimas y aunque no debe hablar se esfuerza por decir -mi hijito. La abrazo suavemente, me siento feliz, le digo que la extrañe, que la quiero. No sé si logró escucharme, las palabras no me salen más, solo me han salido balbuceos. Ha sido terrible la tensión por ver a mi madre después de la operación, que parece que voy a romper en llanto de felicidad. Pero no quiero entristecer a mamá, quiero que mantenga su fortaleza y pienso que si me quiebro frente a ella le haré un daño.
Le enjugaba las lágrimas a mamá.
-Le dije mamá no hables, he traído mi agenda cualquier cosa que quieras decirme la escribes aquí para evitarte ese esfuerzo. ¿Puedes escribir no?, No te duele al escribir? –se lo pregunte mientras veía la fístula que colocaron en su muñeca derecha para suministrarle los medicamentos.
Ella sonriente y con una mirada tierna asintió con la cabeza. Luego con su índice derecho me hizo señas para que le alcance mi agenda.
Rápidamente se la alcance junto a un lapicero. Creí que me escribiría alguna necesidad, algo que le urgía que le alcance, no sé. Pero me sorprendió que tal escrito decía lo siguiente: ¡GRACIAS HIJO POR ESTAR ACÁ! ¡TE QUIERO!
No pude mas la abrace y por más que apreté mis dientes lloré.
Lloramos juntos, la mire no pude articular palabra alguna, pero quería decirle “Mami he venido a cuidarte”.

lunes, 9 de junio de 2008

UN BUEN CONSEJO

Rafo, es un buen amigo que conocí desde mi niñez. Desde que dejamos el colegio nos ha sido un poco difícil vernos más seguido. Nuestra amistad se mantiene a pesar de que casi nunca nos vemos. Pero las pocas veces que nos vemos conversamos de todo:
-Rafo tengo un problema.-le dije aquella vez que nos encontrábamos caminando de regreso, cansados, después de jugar un partido de fulbito en el barrio.
-¿Cuál brother?- me respondió frunciendo el ceño y mirándome un poco preocupado y extrañado a la vez.
-Hay una chica que se ha metido en mi mente, no me la puedo sacar de la cabeza, sólo pienso en ella. Le he dicho que soy casado, pero parece no importarle.
-¿Una chica? ¿De dónde? –me dijo en un tono de voz gruesa, mientras me miraba un poco sorprendido.
-Si una linda chica, que conocí en mi trabajo. Nos hicimos amigos, me mira con unos ojos dulces, me pide que le acompañe, pasamos horas conversando cuando no tengo nada que hacer y creo que estoy sintiendo algo por ella.
-¿Pero que más? –me interrogo con la autoridad de un buen amigo y confidente de la infancia.
-Me llama al celular, y me ha dicho para salir. – le dije.
-¿no le has contado que eres casado? –me pregunto en un tono preocupado.
-Si, pero parece que a ella no le importa. –le respondí.
-No estarás pensando en tener una aventura con ella, ¿oh, si? – me dijo.
-No lo sé. – le respondí con inseguridad.
-Mira brother, si esa mujer te llama, eso indica que esta jodido. Sentencio con seguridad.
-¿Siiiii? -Interrogue.
-Claro pues, si te llama, significa que te va a estar jodiendo en el momento que menos esperes, y podría llamarte cuando estés en tu casa con tu esposa y te meterías en grandes problemas.
Las palabras de mi amigo retumban en mi cabeza, en un instante visualizo lo que me acaba de decir. En mi mente construyo un escenario apocalíptico de sus palabras. (En un instante me imagino en la sala de mi casa, mi esposa a mi costado. De pronto suena el celular y es ella. Invitándome a vernos. –me pongo nervioso, no se que hacer, comienzo a hablar bajito, comienzo a caminar hacia el otro lado de la sala-. Luego mi mujer se da cuenta y empieza a preguntar e interrogarme que -¿quien es?, ¿por qué me aparto mas allá para hablar por el celular?, comienzan sus gritos. Y el inicio de una nueva pelea que pondría el fin a mi matrimonio parece inevitable).
-Si brother debes de pensarlo bien. Podría cagarte. Traerte problemas con tu esposa y con tu familia. Todavía no tienes hijos, pero tienes una bonita familia. Ten cuidado con lo que pones en juego. –me decía muy serio, mientras disminuíamos el paso de la caminata de regreso.
No puedo creerlo. Me siento culpable por lo que iba hacer. Me quedo mudo y escuchando cada uno de los consejos de mí amigo.
Pero no me esperaba las siguientes palabras de Rafo. Quien continuando con su seria charla me dijo:
-Pero brother yo no se tú, pero yo sí la hago linda con esa flaca. –lo dijo cambiando su seriedad por una sonrisa cómplice. Para Luego soltar una carcajada.
Anonadado, sorprendido y estupefacto me quedó al escucharlo. Y no hago más que acompañar su carcajada y darle una buena palmada en su espalda. Y empiezo ha replicarle: -¡Ha huevon! Yo pensé que me estabas desanimado.
- Jajajajaa … anda huevon . -culmino.

viernes, 6 de junio de 2008

EL MENSAJE





Nunca sueño, al menos siempre me despierto sin recordar si tuve o no alguno, y las pocas veces que mi subconsciente a logrado tener una aventura en mi mente lo recuerdo muy vagamente, pero la mayoría de veces no recuerdo nada al despertar.
Me parece extraño, pero hoy he despertado a las 4 de la mañana y por causa de un sueño.
En el sueño me encontraba en la bombonera del Estadio Nacional. Allí en medio del salón de entrenamiento y en medio de los sacos de golpear, lo recuerdo muy bien, muchachos que desconozco de todas las edades estaban entrenando y yo parado en medio de ellos. Pude sentir el aire caliente del lugar, el olor a sudor de los pugilistas, el grito de los entrenadores, buscando incentivar a sus pupilos a esforzarse. De pronto una figura familiar aparece en la entrada, la luz que entra por la puerta dibuja una silueta que se dirige a mi. Estoy paralizado no lo puedo creer.
- ¡profe!- digo muy sorprendido.
Es mi amigo y entrenador de boxeo. Ángel Bernaola, el Chico de la victoria.
- No puede ser- repito para mí.
Él se acerca a mí, lo veo mejor que la última vez que le vi, de esto hace 8 años atrás.
Me abre sus brazos y me invita a saludarlo. Me arrojo a sus brazos en una alegría única. Se le ve alegre, con su sonrisa de siempre, su cabello negro, sus grandes cejas pobladas, viste un traje de buzo azul de rayas rojas y blancas que usaba cuando me entrenaba.

Pero mi asombro es mas fuerte, y él lo sabé.
- ¿Te ves sorprendido? –me interroga, esbozando una sonrisa en sus labios
- Sí. Es que creí que estabas muerto. – le respondí nerviosamente.
Me parecía increíble volverle a ver, estrechar su mano y echarme en su regazo.
- Si, así es John, sólo he venido a saludarte, ya me tengo que ir –me lo dijo sin cambiar la alegría que dibujaba la expresión de su rostro y me extiende la mano para despedirse.

Estoy confundido, estrechó su mano y tira de ella hacia adelante produciendo que mi codo derecho desproteja mis costillas y hábilmente me conecta un gancho de izquierda muy suave, tal como siempre lo hacia cuando nos despedíamos después de los entrenamientos. Era como un juego entre nosotros. Una tomada de pelo que él aplicaba a sus pupilos y amigos. Luego sonrió.
Ahora, no me queda la menor duda, es él. Luego se da la vuelta y se va.
Reacciono rápidamente y le digo. –No te puedes ir. Recién llegas, tenemos tanto de que hablar.
- No puedo, no tengo mucho tiempo. Mientras sale a las afueras del gimnasio.
Muy insistente le persigo mientras le hablo: - Profe, un momento, tiene que decirme cómo es allá ya sabe ¿dónde usted se encuentra? ¿Es bonito?
- No te puedo decir nada, ya lo sabrás. Pero no te preocupes todavía no es tu turno. –lo dijo mientras seguía caminando, su caminada rápida pero de pasos cortos que siempre lo caracterizó.
- Pero por favor, dime algo. Algún secreto del mas allá, dime algo, tú lo sabes. ¡Por favor! – le suplique mientras le seguía.
Mis palabras hicieron que se detuviera me miro a los ojos, la mirada de ternura que nunca olvidaré, puso su mano en mi hombro y me dijo. –hijo, lo único que puedo decirte es que “Las cosas buenas pasan, cuando uno está cerca de Dios”.
–inmediatamente se dio la vuelta y siguió su camino.
Por mi parte no pude moverme lo vi desaparecer a unos metros de donde me encontraba y desperté. Desperté con sus palabras en mi mente, y con el recuerdo de un amigo. El corazón me bombeaba a mil, sentía frío y ya no pude dormir.

¡Que coincidencia! Me viene este sueño cuando mi corazón sangra por la duda, la falta de fe, he pasado momentos muy irritables, he hecho sentir muy mal a gente que amo. Las cosas me han salido bien pero no como había planeado, a veces me he sentido frustrado por lo no logrado y por el esfuerzo perdido. Pero este sueño me ha hecho meditar.

Te lo agradezco Angel Bernaola. Mi querido profe.
P.D. Dios sabe elegir a sus mensajeros.

miércoles, 2 de abril de 2008

Ahhhhhhhhhh! QUE RICO!

Cuando mi amigo y yo trabajabamos en el Comedor de IBM, teníamos múltiples tareas a realizar diariamente, por mi parte tenía la labor de encargarme de que todo el menaje y que los alimentos se encuentren listos en la línea de servicio antes de que los comensales ingresen al comedor. Mientras que mi amigo José tenía la tarea de Preparar unos doscientos litros de refrescos de fruta.
Aquel viernes de verano el chef había preparado un buffet criollo, y para acompañar los suculentos manjares, le encargó a José que preparase 100 litros de chicha morada y cien litros de refresco de Piña, los dos hechos cien por ciento con fruta.
Los viernes de buffet eran los más atareados, debido a que había una gran variedad de alimentos teníamos que realizar múltiples diligencias, entre las cuales estaba la de ayudar en habilitar en todo, a el personal de la cocina para que no exista contratiempos.

Esa mañana después de preparar su refrescos José tenía el deber de colocarlos en el cuarto frío, debido al calor de la época de verano que hacía que existiera el riesgo de que el refresco se avinagre. Sin embargo ese día por lo atareado y solicitado que se encontraba José por los cocineros, olvido este detalle.
La atención a los trabajadores de la empresa iniciaba exactamente al medio día, pero 10 minutos antes, me encargaba de colocar el refresco preparado por mi amigo José, en dos surtidores colocados en la línea de atención.

El servicio que se brindaba en el comedor era autoservicio.
El cliente tomaba una bandeja y se servía los platos ya listos que mejor le apetecíesen, según iba avanzando a lo largo de la línea de atención. Al final de la línea estaban los surtidores de refrescos. Y desde allí me encargaba que no faltara ni vasos, ni cubiertos, ni platos, y llenaba constantemente aquellos surtidores.
A Las doce todos estábamos en nuestros puestos de atención, los clientes comenzaron a pasar con normalidad, pero algo extraño estaba aconteciendo en los surtidores del refresco. Cómo era de costumbre la gente al tener las dos variedades de refrescos tomaba un vaso y se servía primero un poco de uno, luego bebía y repetía la operación con el otro refresco colocado en el otro surtidor, buscando el sabor mas agradable para acompañar su almuerzo.

Pero esa tarde la gente probaba el refresco de chica morada el cual estaba colocado antes que el refresco de piña y ponía un rostro de agrado, pero cuando después probaba el refresco de piña su rostro cambiaba, tornandose a un gesto de desagrado.. Algunos devolvían lo tomado en el vaso y otros que tomaron sin medir las consecuencias arrugaban sus rostros mostrando una expresión de asco y repulsión.
La aglomeración de vasos a medio llenar y devueltos por los comensales se estaba apoderando de la barra en donde se encontraba el surtidor de Piña.

Un cliente tomo un vaso de refresco de piña y se dirigió a mí y me dijo:
-Señor el refresco esta malogrado. ¿Dónde esta el administrador?
Tímidamente le indique con el índice y mi brazo extendido el lugar donde estaba el administrador, quien se encontraba al otro lado de la línea de servicio supervisando la atención.
Mi jefe se llamaba Juan Carlos, Era un joven Chef de unos 35 años, él se dió cuenta que lo señale y me hizo un ademán con su mano para que me dirigiera hacia él. Rápidamente fui y le conté lo que sobrevenía. Tan pronto como termine de contarle la voz del cliente se interpuso.
-Señor, ¿Usted es el Administrador?- Dijo mientras sostenía un vaso de refresco de piña lleno en la mano derecha.
- Sí señor, ¿Qué sucede?- dijo de la manera más amable.
-Lo que pasa es que el refresco de Piña esta fermentado y no se puede tomar. Mire acá le traigo un vaso, pruebe usted, por favor.- insistió el cliente.
-No es necesario el mozo ya me acaba de contar y yo ahorita soluciono ese problema, No se preocupe señor.
Luego el señor se fue con su vaso lleno y lo dejo amontonado con el resto de vasos. Rechazados por los demás clientes.
-John dime rápido ¿quien ha preparado el refresco?- me pregunto en un tono que llevaba una carga de fastidio y preocupación.
- José, José lo ha preparado- respondí.
-Y ¿Dónde esta José?- repregunto con un poco de tosquedad, recién estaba reaccionando ante el problema con un poco de enojo.
-En la zona del lavado de vajilla- respondí
Sin decirme más, tomó un vaso y se dirigió al surtidor de refrescos de piña y lo lleno.
Mientras él hacia esa tarea yo, corrí hasta la zona de vajilla a advertirle a mi amigo.
-José, José, Ahí viene Juan Carlos y te va a dar una cachada.- le dije
-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?- pregunto angustiado.
-Lo que pasa es que el refresco de piña se ha malogrado.
-¡Puta madre!, me olvide de ponerlo en el cuarto frío.-se lamento José mientras se llevaba las manos a la cara.
Ni bien dijo eso, el jefe ingreso al cuarto de lavado de vajilla con un vaso lleno de refresco de piña en una mano, el rostro llenó de enfado y muy enérgico dijo:
-José ¿Tú has preparado el refresco?-
-Sí, ¿Qué ha pasado?- pregunto con un cinismo único, como si no supiera nada.
-Prueba- insistió Juan Carlos, mientras le extendía la mano con el vaso de refresco.
-¿Pero qué ha pasado?
-Prueba te he dicho- insistió muy serio el jefe.
José sin tener alternativa tomó con su mano derecha el vaso de refresco que le ofreció el jefe, lo acercó a sus labios y comenzó a beberlo, poco a poco muy lentamente y sin parar, de un solo sorbo mientras iba empinando su codo hasta acabar. Todos mirábamos estupefactos lo que hacia José. Luego como si estuviera en un comercial televisivo de refresco dijo:
-¡AHHH! ¡QUE RICO!, ¿No hay más?
Todos estallamos en una risotada .menos el jefe, quien estaba entre asombrado y enojado. - ¿Cómo que esta rico?, si esa porquería se ha malogrado.
-¿Qué? ¿Esta malogrado? insistió José mientras todos nos encorvábamos de risa.

domingo, 30 de marzo de 2008

AYAHUASCA


Después de cubrir un reportaje sobre un albergue que dirigen unos norteamericanos en nuestra ciudad, me encontraba sentado con ellos, alrededor de unas de sus mesas de camping, que tenían en su jardín, bajo la sombra de un techo con caída de lluvia que nos mantenía muy frescos y protegidos del intenso calor loretano.
-¿Deseas ron?- me pregunto la Sra. Patricia, una mujer norteamericana madura pero con un gran carisma y espíritu jovial.
-No, para mi sólo Coca Cola, please- contesté tratando de hablar un poco mi desastroso spanglish.
-Cree que el ron le va a matar- Intervino en nuestra charla Mr. James, un norteamericano robusto, de mejillas coloradas, cabello blanco y de muy buen humor. Oh tal vez sería que el licor ya les estaba alegrando el momento.
En cada instante su risa me provocaba gracia, debido a que cuando lo hacia, aguantaba la carcajada y su boca hacia una mueca triste mientras ahogaba la risa, pero sonreía con los ojos achinandolos, mientras por la fuerza que hacia al no querer liberar su risotada su colorado rostro tomaba un tono aún más rojizo. Era la primera vez que veía a una persona con un gesto de alegría y a la vez tristeza.
Luego Mr. James tomó con su mano derecha un vaso de vidrio, le echo un par de cubos de hielo, lleno la tercera parte del vaso con un ron nacional y termino de llenarlo con Coca Cola. Para luego extenderme su mano y me dijo: -sírvete. ¡Salud!-
Aunque no quería beber, no quise desairar a mi amable y alegre anfitrión, así que tome el vaso y comencé a beberlo a sorbos lentos. Yo no había terminado de beber y ellos ya se habían acabado la botella. La charla estaba amena me contaban acerca de cómo ellos percibían la idiosincrasia de mi país.
- ¿Y ya probaron el Ayahuasca?- se me ocurrió preguntar.
Mi pregunta pareció callar a todos a mi alrededor e incluso borrar la sonrisa de Mr. James. Quién respondió a mi interrogante. -Yo creer que el Ayahuasca ser malo- dijo con la voz un poco quebradiza por el alcohol en su organismo. ¿Pero Por qué?- le insistí.
-Ustedes aquí en Loreto, creen que la ayahuasca les va a permitir mejorar. Les va a permitir ser mejores. Que de mejorías hay en beber un brebaje toxico que me va a poner idiota un buen rato, además me va a hacer vomitar y cagar por horas. No le veo ninguna mejora en eso-. Dijo muy enfático y luego sonrió sosteniendo su vaso y mirandome fijamente esperando una replica de mi parte.
-Es la primera vez que escucho que el ayahuasca se toma para buscar ser mejor, todos los que me han contado que han tenido una experiencia tomando ayahuasca resaltaron las regresiones y las visones del futuro que tuvieron acerca de si mismos, tambien las visones de seres sobre naturales de imagen espiritual girando alrededor de ellos, mientras se mantenína en unpofundo trance, pero ninguno me explico el verdadero motivo que los llevó a protagonizar esa experiencia- conteste.

-Pero por eso, creen que alucinando sobre su pasado y su futuro pueden mejorar como personas y cambiar su vida- me contestó un poco enérgico.
-Un compatriota norteamericano, vino muy preocupado aquí a Loreto para tomar la ayahuasca, le dijeron que tomando la ayahuasca cambiaría su vida. Entonces él cuando llego, se fue con un tipo que servía de contacto con el brujo que hacia la sesión de ayahuasca. Y él se lo llevo al bosque, al interior de la selva. le hizo cruzar la espesa jungla y lo llevo con un chaman muy bueno, muy conocido por especializarse en las sesiones de ayahuasca. Pero grande fue su fiasco cuando allí se encontró con un hombre con el dorso desnudo, muy sucio y maloliente, no tenía dientes, la piel de la parte del pecho se le pegaba al hueso dejando ver la delgadez de su cuerpo, sus extremidades superiores e inferiores delgadas desequilibraban con su prominente abdomen. Seguro estaba lleno de gusanos, estaba descalzo, y solo un taparrabos cubria su desnudes. Bueno mi amigo lo miró de pies a cabeza y dijo: " This son of a bitch, is going to help me to be better person, first he need helps him and then come for me"; “Este hijo de puta va a mejorar mi vida, primero que mejore su vida y después venga a ayudarme a mí”. luego se fue y nunca más se atrevió a probar ese extraño purgante-. refuto Mr. James.
-Que ironía, un ciego tratando de guiar a otro ciego.

jueves, 13 de marzo de 2008

¡Y TÚ! ¿ESCUCHASTE A LA LLORONA?


Aquella calurosa mañana sabatina, 14 amigos entre hombres y mujeres nos encontrábamos en Padre Cocha, pequeño poblado ubicado a la margen Izquierda del río Nanay, a 20 minutos del puerto Bellavista Nanay (en bote motor). Nuestro propósito era investigar la realidad de los habitantes para el curso de etnología. Ya aquellas personas pertenecen a la etnia Cocama Cocamilla, y como nuestro objetivo principal era el académico, fuimos a investigar la realidad de este poblado.
Nos sorprendimos al ver todo lo que pudimos encontrar en aquélla pequeña urbe, que parecía tener de todo; encontramos desde discotecas, bares, y hoteles.
Luego de haber recorrido todo el pueblo nos encontrábamos cansados, pues nos habíamos entrevistado con un sinnúmero de personas que nos conversaban sobre la idiosincrasia de su pueblo con una cordialidad inesperada. Siete chicas y siete hombres conformábamos el grupo.
Ya a las cinco de la tarde todos nos sentíamos satisfechos con haber cumplido con tan apremiante labor. Por tal motivo decidimos quedarnos esa noche, recuerdo que: Josué el más pilas del grupo dijo: -Vamos a quedarnos aquí por esta noche. Vamos a la disco- remarcó.

A todos nos pareció muy buena idea. Así que decidimos registrarnos en el Hotel del pueblo para descansar y esperar la noche. Seis de las chicas, tomaron dos habitaciones triples, mientras los varones hicimos lo mismo, quedaba una pareja de enamorados fuera, Patty y Marcos, quienes decidieron tomar juntos, su propia habitación.

El hombre de la recepción, un señor regordete, de rostro mofletudo y de mirada amigable, nos aconsejo que si nuestro propósito era salir a divertirnos, lo hiciéramos lo más temprano posible, pues el generador de luz que abastecía a todo el pueblo del tan apreciado fluido eléctrico, sólo funcionaba hasta las 10 de la noche y que minutos depués de esa hora todo el pueblo quedaría en penumbras.
Tal advertencia nos permitió acordar que teníamos dos horas como máximo para ducharnos y reencontrarnos en el hall de hotel, para iniciar nuestra diversión.
Patty y Marcos la parejita del grupo, decidió que no irían con nosotros argumentando que el trajín del viaje y la labor realizada durante la tarde los había dejado completamente agotados, así qué ellos aprovecharían todo el tiempo para descansar.
Y así lo hicimos todos nos fuimos a nuestras habitaciones, unas cabañas de madera ubicadas una junta a la otra. Luego de dos horas nos reunimos y nos dirigimos a la discoteca. Después de beber, bailar justo antes de ser las diez decidimos regresar, en medio camino nos dio las diez de la noche y el poblado quedo a oscuras; la noche negra y el paisaje desolador era nuestro escenario, mientras nos dirigíamos al hotel. En el camino César el más parlanchín de todos, nos narraba historias de terror, la que nos impacto mas era la historia de la llorona. Una historia que cuenta las apariciones sobrenaturales de una mujer, que lloraba su trágica suerte por la pérdida de sus hijos y que siempre se presentaba a los viajeros que pasaban en lugares oscuros y tenebrosos como el que en esos momentos recorríamos con el objetivo de matarlos. Tal historia nos hizo acelerar el paso hasta llegar al hotel todos caminábamos rápido casi corriendo tratando de no tropezar en medio de tans oscuro camino.
Cuando llegamos al hotel nos refugiamos todos en una habitación. Tanto miedo nos dio el relato, que nadie quería irse a su cuarto. De pronto unos quejidos nos pusieron alertas. Una mujer se quejaba. Todos nos miramos. Yo pregunte -¿Escucharon eso?- Todos respondieron que sí. -¿De Donde viene el ruido?- pregunto Gabriel, con un poco de temor. Todos se pusieron nerviosos, sobre todo porque en la oscuridad no veíamos nada. Los gritos continuaban.
-Los gritos vienen de las habitaciones del fondo- dijo, Josué. –Vamos a ver que es.
-¡Y si es la llorona!- con voz de pánico, dijo una de las chicas.
- No, no vayan, mejor quédense aquí con nosotras- dijo Karen.
- ¡Henrry, Vamos los dos!- me dijo Josué. El pánico se estaba apoderando de mí, pero aproveche que nadie lo había notado, para responder. -¡Vamos, pues!
Como todo estaba oscuro avanzábamos con lentitud, además el temor nos hacía dar pasos cortos. Cada paso que dábamos lo hacíamos gracias a la ayuda de la luz de nuestros celulares, pero aún así no servía de mucho. Los ruidos de la mujer quejándose, habían cambiado. Ya no se escuchaban muy quejumbrosos y se tornaban aunque pareciera extraño placenteros. Llegamos hasta el final del corredor y nos dimos cuenta que los sonidos provenían de la habitación de Patty y Marcos. Nos habíamos olvidado de ellos.
Pegamos nuestros oídos a la puerta y escuchamos en silencio.
Sin duda eran ellos. Escuchamos toda clase de sonidos y frases provenientes de nuestra amiga. Sin querer nos habíamos convertido en cómplices auditivos de una de sus sesiones de amor. Rápidamente nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Aguantando la risa, presionando las manos sobre nuestra boca, regresamos con los demás. Ni bien nos vieron nos preguntaron muy angustiados. -¿y qué fue eso?
-La llorona- respondió Josué mientras soltaba una carcajada. Yo tampoco no me pude aguantar la risa.
-¿Qué paso?- preguntaron intrigados. -¡Sígannos!- dijo Josué poniendo su dedo en medio de su boca haciendo seña de silencio a los demás.
Y Así los condujimos hasta la habitación de Patty y Marcos.
Todos pegaron sus oídos a la puerta de madera de aquella habitación y escucharon los sonidos. Los cuales en un principio los llenaron de pavor y estaban acabando por inundarlos en risas.
Entre tropiezos y risas regresamos a la habitación de una de las chicas. Las carcajadas nos duraron varios minutos, nos reiams como locos y tdos bromiabamso al respecto. Luego no supimos cuando nos quedamos dormidos todos en esa habitación.
A la mañana siguiente nos dispusimos a tomar el desayuno en grupo. En un comedor que quedaba frente al hotel. Juntamos las mesas y nos sentamos a esperar a todos. Cuando llegaron Patty y Marcos, lo hicieron juntos abrazados y muy cariñosos. Todos nos quedamos mirandoosles y sonriendo.
¿Y que tal Chicos? ¿Cómo estuvo la noche?- Pregunto Patty.
-De miedo- Se apresuro a responder Josué.
-¿Por qué?- volvió a preguntar Patty. Un poco extrañada y preocupada.
-Porque escuchamos a la llorona- respondió muy serio Josué.
Al oír la respuesta de nuestro compañero y amigo, todos los que ya estábamos sentados alrededor de la mesa nos miramos y esbozamos una sonrisa cómplice.
-¡Y tu! ¿Escuchaste a la llorona? –les interrogo Josué muy serio.
-No nada, nos quedamos profundamente dormidos. –dijo Patty.
-¡Que raro! Pero si gritaba fuerte- respondió José.
-¿Así? ¡que miedo! ¿Y que escucharon? Cuéntenos, ¡por favor!- dijo Paty Mientras su rostro dibujaba una cierta ansiedad por conocer lo misterioso.
Segundos después los rostros de Patty Y Marcos se desencajaron y sonrojaron cuando Josué les repitió textualmente lo que había escuchado. Y nosotros no supimos contener más la risa, cuando Josué les respondió. –La Llorona decía en la noche: “Hum, hum, hum. No lo saques por favor. No lo saques, por favor mi amor.

lunes, 18 de febrero de 2008

EL FORASTERO


Era un día bastante pesado para ser domingo. Ya eran las dos de la tarde y no había ingresado ningún cliente al restaurante, -“sin duda este sería un día malo” –me dije a mi misma mientras tragaba un poco de saliva, pensando en las cuentas que tendría que pagar el siguiente día.

Los anteriores fines de semana habían sido mejores, porque a esa misma hora de aquellos días ya había acabado de vender todos los platos a la carta y cerrado temprano el negocio.
Pero ese domingo al ver que transcurría las horas y nadie entraba al restaurante me sentí un poco desesperada, porque toda mi inversión estaba en juego. Los rostros de mi personal de cocina, se mostraban deprimentes y preocupados parecía ser que la desolación invadía cada uno de sus corazones al ver infructuosa su tan agitada labor.
A punto del desánimo, me aproximo a la puerta de mi local, tratando de tomar un poco de aire y con la esperanza de que al menos uno de mis asiduos clientes me viese y se animara a entrar a almorzar en mi comedor.
Ya afuera de mi local pude divisar que al frente de mi negocio estaba abierto el puesto de comida al paso que usualmente no habría los domingos y además pude observar que se encontraba abarrotado de gente. Lo cual llamo mi atención y me quede observando.
En esos instantes llegue a ver que un hombre alto de tez clara y de apariencia descuidada se acercaba al puesto del frente, se aproximo a la persona que atendía, que parecía ser el dueño y realizó un pequeño dialogo. Aunque no pude escuchar lo que hablaban, por los ademanes que realizó el que despachaba el negocio, llegue a la conclusión de que le estaba increpando algo y le hizo un gesto con la mano indicando que se fuera de ahí.
Después de eso decidí pasar al comedor y sentarme a esperar un milagro para mí. Desde mi asiento podía divisar al extraño forastero que se dirigía un poco dudoso a hacia mi local.
Lo observe con atención ingresar al restaurante y dirigirse hacia donde yo me encontraba sentada. El extraño Vestía un pantalón Jean gastado, una camisa crema un poco sucia y sudada, unos zapatos negros empolvados y una gorra azul un poco deshilachada.
Ya cuando lo tenía frente a mí, se quito la gorra, la tomo con sus dos manos y me dijo: -Señora, buenas tardes. Disculpe por favor que venga a si a interrumpir en su negocio. No soy de aquí. Vine a esta tierra buscando una mejor suerte y me ha ido peor. No he comido nada en tres días y tengo hambre. ¡Por favor podría darme algo de comer!, yo se lo pagaría con trabajo. ¡Se lo ruego! Me sentí impactada era algo en su pálido rostro y en el tono de su voz, que me decía que estaba diciendo la verdad. Sus grandes ojos café me decían que era un hombre bondadoso y sincero, a pesar del aspecto maltrecho de su cuerpo. Cualquiera que lo viera con esa barba sin afeitar, las uñas largas y ese aspecto desaliñado creería que se trataría de un mal viviente.
Le mire a los ojos y le dije: -¿qué te gustaría comer?
-Lo que usted pudiera darme. Respondió con un poco de temor y sumisión.
Este hombre me hizo recordar a mi padre, sobre todo cuando en vida me dijo “Hijita, si alguna vez pasas necesidad, nunca pidas que te regalen un plato de comida, siéntete digna y trabaja por ese plato de comida, no eres un mendigo yo te he enseñado a trabajar”.
Allí frente a mí, un hombre dispuesto a ganarse su alimento, recordándome las enseñanzas de mi padre. Así que accedí. –toma asiento, -le dije. En este momento voy a pedir que te traigan la comida.
-No señora ¿cómo va ha ser? ¡No podría sentarme aquí!, Ocupando una de sus lujosas mesas, estoy sucio y mancharía sus manteles. Por favor déme la comida y yo me la comeré allí a la sombra de ese árbol. Cuando termine, volveré para cumplir con la labor que me encomiende –Me dijo el forastero. -¡como vas a comer afuera en el suelo como si fueras un animalito!, eso no lo puedo permitir. Sino quieres manchar mis manteles, lo entiendo, entonces vas a comer en la mesa de los empleados. –le replique.
-Está bien, accedió el extraño.
Se sentó solo a la mesa de los empleados. Era una mesa redonda de madera sin mantel. Pedí al cocinero que le sirviera un bistec a lo pobre regional (arroz chaufa, con sus plátanos fritos y un trozo de filete con su huevo frito montado) también pedí al mozo que le alcanzará las salsas y una jarra de refresco de cocona. Los ojos del extraño se iluminaron cuando vio semejante banquete en su mesa. Me miro, lo mire y le dije. -Sírvete. -Él por su parte asentó con su cabeza cerrando los ojos, con la misma sumisión que me mostró al principio. Tardo poco tiempo en engullir todo lo que se le había servido. Se levanto tomó su vajilla y la lavo en el fregadero, una vez acabado. Se acerco a mí y me dijo:
-señora, ¿En qué puedo servirle ahora?
-¡En nada! – le conteste.
-¿Cómo que en nada?, después de haber comido tan rico, me siento en deuda con usted. -Me explicó un poco confundo y extrañado.
-Lo que pasa es que hoy ha sido un mal día, no he vendido nada y todo esta limpio, no hay más platos que lavar, ni nada mas que hacer, así que puedes ir tranquilo. -Le dije.
-Señora, muchas gracias, su comida estaba muy deliciosa, pero sobre todo muchas gracias porque hace tiempo que nadie me hacia sentir nuevamente un humano. ¡Señora que Dios la bendiga!
Cuando salio de la cocina el individuo cayó de rodillas en medio del comedor que se encontraba vacío, levanto sus manos y aunque no recuerdo las palabras que pronuncio recuerdo que le pidió a Dios que me bendijera. Luego salió. En la puerta del local repitió el ritual y se fue lanzado toda clase de bendiciones para el negocio.
Lo más sorprendente, es que; ni bien salio del restaurante comenzaron a ingresar uno tras otros los clientes, en 10 minutos las mesas se encontraban llenas y logré vender todo lo que había preparado, no me sobro, ni un solo plato. En la noche me puse a meditar sobre el extraño, y si habría tenido algo que ver con lo acontecido en horas de la tarde. Me parecía un milagro y no lo podía creer por eso me anime a leer la Biblia, tratando de buscar respuesta a mi interrogante, ya que me pregunte que si se trataría de un milagro en ese libro podría encontrar la respuesta que necesitó. Comencé a ojear el Antiguo Testamento y luego el Nuevo Testamento y sin mucho esfuerzo encontré un texto que me alegro y me escalofrío la piel: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo hospedaron Ángeles”. HEBREOS 13:2
(Gracias Paquita)

miércoles, 13 de febrero de 2008

¡Que Miedo! Me visitaron los E. T.


Ya había terminado de hacer mis tareas del colegio y a pesar de que era muy tarde no podía dormir, me daba vueltas en mi cama y me encontraba fastidiada sin aparente razón alguna. Decidí prender la computadora y navegar por el Internet, escuchar música y revisar mi e-mail, esperando que en algún momento el sueño invada mi ser. Mientras estaba sentada frente a mi computadora tenía una sensación extraña, como si alguien me observaba. Lo cual descarte por que me encontraba en mi cuarto, ubicado en el segundo piso de mi casa y seguí con mi navegación ignorando mi extraño presentimiento.

Eche un vistazo a mi reloj y ya eran las dos de la madrugada. -¡Que rápido pasa el tiempo cuando se esta en el Internet! -Exclame.

Ya mis ojos me dolían de cansancio y decidí volver a intentar conciliar el sueño, procedí a apagar el computador y las luces de mi habitación, de pronto un sonido llamo mi atención.
Una especie de conversación se colaba por mi ventana, me detuve allí, de pie, frente a mi cama, sin hacer ruido, con el objetivo de escuchar con mayor atención.

El terror invadió mi mente cuando me percate que esas voces que escuchaba no eran humanas, era una lengua extraña, indescifrable para mí, no las reconocí como humanas y las relacione rápidamente con las voces de algunos extraterrestres que había visto y escuchado en algunas películas. De pronto los perros del vecindario ladraron y observe claramente que algo se movió por la parte de afuera de mi ventana.
Eso me paralizo, no quería asomarme, me dio mucho pavor. Me olvide de todo y simplemente dije –Aquí muero. Comencé a temblar y a sudar petrificada allí, de pie frente a mi cama.
No sé como lo logre, pero realice un salto casi felino hasta mi cama y me tape esperando que las voces se fueran.

Los perros del vecindario dejaron de ladrar. De pronto escuche fuertes golpes al parecer con algún metal, como choques de algún vehiculo metálico con el concreto. En mi mente sólo cabía la posibilidad de que los extraterrestres querían aterrizar en el techo que vendría a ser el tercer piso de mi casa, justo arriba de mi cuarto. El único que dormía en el tercer piso era mi perro Tyson, un boxer de 8 años, el cual es muy buen guardián, sin embargo me preocupo no escucharlo ladrar. El ruido persistía y tenía curiosidad por saber que pasaba arriba de la casa.

Minutos después unos ladridos intensos provenientes de la casa del vecino hicieron que el ruido se detenga intempestivamente. Seguidamente escuche como descargas eléctricas acompañadas de luces resplandecientes, seguidamente logré oir a el perro llorando como si lo hubiesen golpeado. Entonces me dije: ¡No puede ser!, están disparando sus armas láser a los perros. -!Dios mío! mi perro debe de estar muerto.

No sabia que hacer sentía que caminaban en mi techo, y no me animaba a salir de mi cama para ir al cuarto de mi mamá a buscar refugio. El miedo me mantenía paralizada, tenía el celular en la mano y decidí enviarle un mensaje de texto a mi mamá. Le envié como cuatro mensajes que decían: “Mamá ven rápido a mi cuarto, tengo miedo”.

Mamá se encontraba profundamente dormida, desde mi cuarto escuchaba que los mensajes le llegaban a su celular pero ella no contestaba. Me estaba desesperando y decidí enviar un quinto y último mensaje. Enseguida escuche que mi mamá habría la puerta de su habitación y encendía las luces de la casa, asimismo sus pasos me indicaban que se acercaba a mi alcoba. Entro a mi habitación prendió la luz y me encontró envuelta en mis frazadas y cubrecamas temblando y llorando. Que sensación mas aliviante sentí cuando la vi ahí parada en la puerta de mi cuarto
-¿Qué pasa?, pregunto medio dormida.
Me abalance a sus brazos y le conté todo.
Me escucho tranquilamente y se quedo acompañándome toda la noche.
Los ruidos cesaron y no se en que momento me quede dormida.
En la mañana mi perro estaba allí sano y salvo.
Pero yo me quede con la incertidumbre de saber que ocurrió esa noche en el techo de mi casa.
Aunque nadie me cree, estoy segura que lo que escuche esa noche fueron extraterrestres. -¡Que Miedo! Me visitaron los E. T.

(Gracias Fabiola)

sábado, 2 de febrero de 2008

LA ORACIÓN DEL RENEGADO


Eran las tres de la tarde de un viernes de agosto y como corresponde a esta época del año e de imaginarse que se trataba de un atardecer frío y lluvioso en la capital de la república. En estos momentos me encontraba en la zona de lavado de vajilla junto con mi gran amigo y compañero de trabajo, un joven de nombre José. Juntos nos encargábamos de dejar todo el menaje listo para la atención del siguiente día. Por supuesto él es el que se llevaba la peor parte de la labor cotidiana, ya que le habían asignado el puesto de Ayudante General, era el encargado de dejar impecable todas las instalaciones de la cocina, ayudar a los cocineros, al chef , al almacenero en múltiples trabajos y finalizaba su laborioso día con el lavado de platos, cubiertos, vasos , copas y todo cuanto correspondiera al menaje del comedor. Por mi parte, yo estaba encargado de la atención directa con los comensales, que duraba hasta las dos de la tarde después estaba dedicado a ayudar a mi compañero José, secando y acomodando la vajilla en los estantes.
En estas dos horas que trabajábamos juntos, compartíamos largas y amenas charlas.
-Oye, ¿no te parece un poco irónico? –pregunto José.
-¿Qué cosa? –respondí.
-Que tanto tú, como yo, estemos estudiando computación e informática y estemos trabajando en el comedor de IBM tu haciendo de mosaico y yo de lavaplatos, mojándome en este frío. –recalco.
-Si tienes razón es un poco irónico.-alegue. - José, cuando tus patas de tu instituto te preguntan en dónde trabajas, ¿qué respondes? -Le pregunté.
-¡ah ya!, yo les digo que trabajo en IBM y no me dicen nada más, si supieran que lavo platos, en su comedor, se pondrían a vacilarme todo el día. Son más jodidos. Es que ellos si tienen buenas chambas –respondió.
-Sí, seguramente que si. ¿Tú crees que alguna vez podamos trabajar aquí en nuestro rubro? –le volví a preguntar.
-No creo. Aseguro tajantemente.
-¿Por qué lo dices tan seguro? –le interrogue.
-He escuchado, que aquí sólo aceptan a egresados de universidades privadas, como la de Lima. Nosotros somos de institutos superiores, no tenemos oportunidad alguna de entrar aquí, que no sea como lo estamos haciendo ahora, como simples trabajadores de otras empresas que le prestan servicios a IBM. –volvió a afirmar mientras acomodaba la vajilla en la maquina que lavaba los platos.
-Yo creo que te equivocas, hay que pensar positivamente. –remarque.
-No, ahí si estas equivocado, tendría que pasar un milagro para que eso ocurra en esta vida. –enfatizó.
-Entonces vamos a pedir un milagro. –insistí mientras acomodaba una bandeja llena de vasos sobre el estante.
-Ja,ja… no me digas que ya tienes vara. Por que si es así no te olvides de tu pata. Tu no pierdes el tiempo. -Respondió socarronamente.
-No no tengo a nadie aquí, te digo que no hablo de vara, sino de pedirle a Dios un verdadero milagro.-le dije
-¿Y como haces eso?-se mostró sorprendido.
-tenemos que orar. -recalqué
-¿Orar a Dios?-se extraño. Lo supe porque fruncía el ceño.
-Sí orar.-le afirme.
-¡No!, no compare, a mi no me metas en eso, eso no funciona, cuantas veces le he pedido a Dios que me cambie de chamba y ya llevo tres años aquí, lavando platos y fregando pisos, no pasa nada, no es efectivo. –lo dijo en un tono fastidiado casi al borde del enojo y el resentimiento.
-Sabes no se porque lo dices, pero a mi siempre me ha funcionado, seguramente no tenias fe. –le explique.
-No creas, lo hice muchas veces con toda la fe del mundo y he acabado frustrado.-me contesto un poco irritado.
-¡No puede ser!, Algo debiste haber hecho mal. ¿Te acuerdas lo que le pediste y como lo dijiste?, tal vez si lo repites ahora mismo te pueda decir en que fallaste. Por que dudo que lo hayas hecho bien.-le exclame.
Inmediatamente después, José se me acerco, me miro muy seria y fijamente a los ojos toco con su dedo índice mi pecho y me dijo, -de acuerdo, ¿quieres saber como lo hice?, presta atención.
Inmediatamente se coloco en medio de la habitación donde nos encontrábamos, se encontraba vestido con un mameluco blanco, unas botas también blancas de jebe, sus guantes de hule amarillos, su delantal de plástico naranja y su gorra blanca, se dejo caer de rodillas, levanto su mirada al cielo y sus brazos hicieron lo mismo. La pequeña ventana de esa habitación ilumino su rostro y sus húmedos guantes amarillos. Nunca antes lo había visto así, por unos segundos creí que estaba a punto de conocer su intima forma de relacionarse con el Todopoderoso, sentía que estaba formando parte de un éxtasis religioso o algo así. Pero todo se derrumbo cuando José clamo a gran y viva voz.
-¿HASTA CUANDO?, ¡ABUUUUUSIVO!.