viernes, 12 de junio de 2009

EL LADRÓN DE BESOS


Son las 11 de la mañana hora del recreo, me percató que allí está ella, en le pasillo, la tengo cerca a mí , a apenas unos pasos. No me aguanto las ganas y me acerco a su encuentro.
Me paro en su delante, la saludo con un beso en la mejilla, como de costumbre; mientras ella, mi adorada Fiorella, me mirá con sus grandes ojos café. me esbosa una tierna sonrisa sin saber que me muero por ella.
Rápidamente saco un llaverito de delfín que compre exclusivamente para ella en mi último viaje de fin de semana que realizé a Trujillo, tomo sus manos entre las mías y le entrego el obsequío.
Sus ojos se le iluminaron, y su rostro también.
-¿Para mí? ¡gracias amigo! ¿y eso por qué?- me dijo.
- Es que este fin de semana fuí con mis padres a Trujillo, ví ese delfín y pensé que te gustaría. Y quería ver ese rostro de felicidad-le mencione, con cierta desición en mis palabras .
-¡Ho!, ¡si! ¡gracias amigo, que bueno eres!-me contesto muy alegre.
Luego me dio un abrazo de agradecimiento y continuamos conversando.
Me apenaba saber que se acababa el año. Que este año seríamos promoción y que tal vez nunca más nos volveriamos a ver, y lo peor de todo es que ella nunca se enteraría, que yo la amaba, que la venía amado en silencio todo este año, que nunca se lo dije porque soy un cobarde. Lleno de miedos y complejos.
La veía féliz contemplando su obsequío y mirándome a la cara, llena de felicidad. Pude ver que me hablaba, me conversaba seguro de algo importante, pero yo sólo veía sus ojos, los cuales estaban fijos en los míos, escuchaba su voz pero no entendía lo que decía. estaba imnotizado.
Yo estaba decidido, la tenía tan cerca a mi, más cerca de lo que nunca jamás he estado de ella y era hora de hacer algo. Era hora de acabar con mis miedos, de derrotar al perdedor que habitaba en mi. Pensaba que talvez esta sería mi última oportunidad y que nunca jamas volvería a presentarse una oportnidad como esta.
Era el momento, mi única oportunidad de manifestarle lo que sentía en mi corazón, de expresarle cuanto la quería y desde cuando la admiraba y gustaba en silencio. De poder decirle con mi corazón abierto que no sólo la veía como amiga, sino también como mi enamorada.
La continuaba viendo, miraba sus ojos, anonadado, perplejo veía como sus labios se movían articulando cada palabra que salía de su boca, sentía su aliento fresco sobre mi cara y no pude más, la tomé fuertemente con mis dos manos de cada lado de su rostro y ahoge sus palabras con un beso. La besé, no lo pude creer, en un acto de cobardía, de locura, de amor o deseperación no lo sé; fuerón tan sólo unos segundos, pero eso me basto, luego corrí. Corrí como el cobarde que soy, y ella se quedo allí; perpleja, idiotizada, paralizada mirandome con la boca abierta como me alejaba.
Fue el momento más feliz de mi vida y aunque ahora no me habla, cada vez que recuerdo ese momento soy féliz. Soy féliz aunque no he de olvidar que me costó cara mi osadía, porque de todas maneras la perdí.