martes, 13 de enero de 2009

UN ÁNGEL EN UNA TABLA


Después de comprar cerveza, comida y abundante agua, nos dirigimos rumbo a las paradisiacas playas del sur, para recibir el nuevo año como se debe, y eso es acampando en algún lugar del litoral limeño.

No éramos los únicos con esta idea, en nuestro paso por las playas nos dimos con la sorpresa que miles de personas se encontraban ya ocupando la playa, un sin numero de carpas multicolores nos indicaban que deberíamos adentrarnos más al sur, para encontrar la paz y libertad que buscábamos.
Es así como llegamos a Puerto Viejo. Alquilamos dos carpas en donde nos instalamos para luego beber, bailar y comer hasta las cuatro de la mañana.
Ya en horas de la mañana el calor arreciaba sobre nuestras resaqueadas humanidades, por tal motivo decidimos refrescarnos en el mar.
Era una sensación divina, por más que nos adentrábamos en el mar éste nos llegaba a la cintura. Luego nos percatamos de la presencia de una isla de piedras en medio del mar, en la cual habían pequeñas cruces de madera con inscripciones. Aquella isla era una especie de rompeolas y provocaba dos tipos de olas que llegaban en diferentes direcciones.
Los demás compañero de juerga salieron del agua y sólo quedamos Walter y yo. Sin medir el peligro y motivados por la euforia y nuestra estupidez, nos establecimos el reto de quien llegaba primero al islote de piedras.

Nadamos sin parar, el oleaje se puso cada vez mas fuerte conforme nos acercábamos, ya no sentía el suelo y seguí nadando.
Walter me llevaba ventaja cuando estaba por llegar uno de los pescadores que se encontraba desde el rompeolas nos grito: -No vengan por acá, es peligroso, o quieren que pongamos dos cruces más con sus nombres.
Walter llego y subió al islote y desde ahí me pidió que regrese.
-Daviiiiiid regresaaaaaa! ¡es verdaaaad! esta muy fuerte el oleaje. Mira mi brazo idiota- me enseño su brazo y estaba sangrando. Se había cortado con las filudas piedras de las cuales se agarro para que la ola no se lo llevase.
Pero ya era tarde para mi, las olas me zarandeaban a su antojo, trate de aferrarme al islote de piedras, pero apenas logre rozarlo con uno de mis dedos, cuando una fuerte ola me llevo mas adentro.
Me comencé a desesperar le pedí ayuda a Walter. –Walter ¡Ayudame!, ¡me ahogo!- pero él atónito, no pudo hacer nada.
La marea me seguía llevando, trate de tranquilizarme y de no desesperarme, sin embargo el encontrarme solo en medio de las olas era una sensación inaguantable.
Me llegue a cansar y un calambre paralizo una de mis piernas, me comencé a hundir y a tragar agua, era mi fin. Pero una voz me dijo – Sujétate fuerte.
Voltee y era un surfista con su tabla. Así lo hice me aferre de su tabla con fuerza.
-Tranquilo yo voy a nadar por ti, ya estas a salvo, todavía no ha llegado tu hora, tienes muchas cosas que hacer- me dijo.
Al cabo de unos minutos pude divisar la playa y me emocione de alegría, se me salieron las lágrimas de felicidad, por fin pude tocar la arena con mis pies, luego llore y le di las gracias a mi improvisado héroe por salvarme de una muerte segura.
-Sólo recuerda lo que te dije y has tu lo mismo-fue lo último que me dijo.
llegue cansado, caí de rodillas en la playa voltee y ya no estaba el surfista, le pregunte a un grupo de chicas que estaban muy cerca de mi, -¿saben para donde se fue?
-¿Quién?- me dijeron ellas,
-El surfista que me ayudo salir- les indique.
Ellas se miraron con desconcierto y me dijeron -Estas loco, si nosotras te hemos visto venir desde al fondo solo-
-Solo, no puede ser.
-Si, estabas solo- reafirmaron.
Sólo entonces, llegue a la conclusión de que aquel extraño personaje, se trataba de un ángel, un ángel en una tabla.
GRACIAS DAVID.