lunes, 18 de febrero de 2008

EL FORASTERO


Era un día bastante pesado para ser domingo. Ya eran las dos de la tarde y no había ingresado ningún cliente al restaurante, -“sin duda este sería un día malo” –me dije a mi misma mientras tragaba un poco de saliva, pensando en las cuentas que tendría que pagar el siguiente día.

Los anteriores fines de semana habían sido mejores, porque a esa misma hora de aquellos días ya había acabado de vender todos los platos a la carta y cerrado temprano el negocio.
Pero ese domingo al ver que transcurría las horas y nadie entraba al restaurante me sentí un poco desesperada, porque toda mi inversión estaba en juego. Los rostros de mi personal de cocina, se mostraban deprimentes y preocupados parecía ser que la desolación invadía cada uno de sus corazones al ver infructuosa su tan agitada labor.
A punto del desánimo, me aproximo a la puerta de mi local, tratando de tomar un poco de aire y con la esperanza de que al menos uno de mis asiduos clientes me viese y se animara a entrar a almorzar en mi comedor.
Ya afuera de mi local pude divisar que al frente de mi negocio estaba abierto el puesto de comida al paso que usualmente no habría los domingos y además pude observar que se encontraba abarrotado de gente. Lo cual llamo mi atención y me quede observando.
En esos instantes llegue a ver que un hombre alto de tez clara y de apariencia descuidada se acercaba al puesto del frente, se aproximo a la persona que atendía, que parecía ser el dueño y realizó un pequeño dialogo. Aunque no pude escuchar lo que hablaban, por los ademanes que realizó el que despachaba el negocio, llegue a la conclusión de que le estaba increpando algo y le hizo un gesto con la mano indicando que se fuera de ahí.
Después de eso decidí pasar al comedor y sentarme a esperar un milagro para mí. Desde mi asiento podía divisar al extraño forastero que se dirigía un poco dudoso a hacia mi local.
Lo observe con atención ingresar al restaurante y dirigirse hacia donde yo me encontraba sentada. El extraño Vestía un pantalón Jean gastado, una camisa crema un poco sucia y sudada, unos zapatos negros empolvados y una gorra azul un poco deshilachada.
Ya cuando lo tenía frente a mí, se quito la gorra, la tomo con sus dos manos y me dijo: -Señora, buenas tardes. Disculpe por favor que venga a si a interrumpir en su negocio. No soy de aquí. Vine a esta tierra buscando una mejor suerte y me ha ido peor. No he comido nada en tres días y tengo hambre. ¡Por favor podría darme algo de comer!, yo se lo pagaría con trabajo. ¡Se lo ruego! Me sentí impactada era algo en su pálido rostro y en el tono de su voz, que me decía que estaba diciendo la verdad. Sus grandes ojos café me decían que era un hombre bondadoso y sincero, a pesar del aspecto maltrecho de su cuerpo. Cualquiera que lo viera con esa barba sin afeitar, las uñas largas y ese aspecto desaliñado creería que se trataría de un mal viviente.
Le mire a los ojos y le dije: -¿qué te gustaría comer?
-Lo que usted pudiera darme. Respondió con un poco de temor y sumisión.
Este hombre me hizo recordar a mi padre, sobre todo cuando en vida me dijo “Hijita, si alguna vez pasas necesidad, nunca pidas que te regalen un plato de comida, siéntete digna y trabaja por ese plato de comida, no eres un mendigo yo te he enseñado a trabajar”.
Allí frente a mí, un hombre dispuesto a ganarse su alimento, recordándome las enseñanzas de mi padre. Así que accedí. –toma asiento, -le dije. En este momento voy a pedir que te traigan la comida.
-No señora ¿cómo va ha ser? ¡No podría sentarme aquí!, Ocupando una de sus lujosas mesas, estoy sucio y mancharía sus manteles. Por favor déme la comida y yo me la comeré allí a la sombra de ese árbol. Cuando termine, volveré para cumplir con la labor que me encomiende –Me dijo el forastero. -¡como vas a comer afuera en el suelo como si fueras un animalito!, eso no lo puedo permitir. Sino quieres manchar mis manteles, lo entiendo, entonces vas a comer en la mesa de los empleados. –le replique.
-Está bien, accedió el extraño.
Se sentó solo a la mesa de los empleados. Era una mesa redonda de madera sin mantel. Pedí al cocinero que le sirviera un bistec a lo pobre regional (arroz chaufa, con sus plátanos fritos y un trozo de filete con su huevo frito montado) también pedí al mozo que le alcanzará las salsas y una jarra de refresco de cocona. Los ojos del extraño se iluminaron cuando vio semejante banquete en su mesa. Me miro, lo mire y le dije. -Sírvete. -Él por su parte asentó con su cabeza cerrando los ojos, con la misma sumisión que me mostró al principio. Tardo poco tiempo en engullir todo lo que se le había servido. Se levanto tomó su vajilla y la lavo en el fregadero, una vez acabado. Se acerco a mí y me dijo:
-señora, ¿En qué puedo servirle ahora?
-¡En nada! – le conteste.
-¿Cómo que en nada?, después de haber comido tan rico, me siento en deuda con usted. -Me explicó un poco confundo y extrañado.
-Lo que pasa es que hoy ha sido un mal día, no he vendido nada y todo esta limpio, no hay más platos que lavar, ni nada mas que hacer, así que puedes ir tranquilo. -Le dije.
-Señora, muchas gracias, su comida estaba muy deliciosa, pero sobre todo muchas gracias porque hace tiempo que nadie me hacia sentir nuevamente un humano. ¡Señora que Dios la bendiga!
Cuando salio de la cocina el individuo cayó de rodillas en medio del comedor que se encontraba vacío, levanto sus manos y aunque no recuerdo las palabras que pronuncio recuerdo que le pidió a Dios que me bendijera. Luego salió. En la puerta del local repitió el ritual y se fue lanzado toda clase de bendiciones para el negocio.
Lo más sorprendente, es que; ni bien salio del restaurante comenzaron a ingresar uno tras otros los clientes, en 10 minutos las mesas se encontraban llenas y logré vender todo lo que había preparado, no me sobro, ni un solo plato. En la noche me puse a meditar sobre el extraño, y si habría tenido algo que ver con lo acontecido en horas de la tarde. Me parecía un milagro y no lo podía creer por eso me anime a leer la Biblia, tratando de buscar respuesta a mi interrogante, ya que me pregunte que si se trataría de un milagro en ese libro podría encontrar la respuesta que necesitó. Comencé a ojear el Antiguo Testamento y luego el Nuevo Testamento y sin mucho esfuerzo encontré un texto que me alegro y me escalofrío la piel: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo hospedaron Ángeles”. HEBREOS 13:2
(Gracias Paquita)

miércoles, 13 de febrero de 2008

¡Que Miedo! Me visitaron los E. T.


Ya había terminado de hacer mis tareas del colegio y a pesar de que era muy tarde no podía dormir, me daba vueltas en mi cama y me encontraba fastidiada sin aparente razón alguna. Decidí prender la computadora y navegar por el Internet, escuchar música y revisar mi e-mail, esperando que en algún momento el sueño invada mi ser. Mientras estaba sentada frente a mi computadora tenía una sensación extraña, como si alguien me observaba. Lo cual descarte por que me encontraba en mi cuarto, ubicado en el segundo piso de mi casa y seguí con mi navegación ignorando mi extraño presentimiento.

Eche un vistazo a mi reloj y ya eran las dos de la madrugada. -¡Que rápido pasa el tiempo cuando se esta en el Internet! -Exclame.

Ya mis ojos me dolían de cansancio y decidí volver a intentar conciliar el sueño, procedí a apagar el computador y las luces de mi habitación, de pronto un sonido llamo mi atención.
Una especie de conversación se colaba por mi ventana, me detuve allí, de pie, frente a mi cama, sin hacer ruido, con el objetivo de escuchar con mayor atención.

El terror invadió mi mente cuando me percate que esas voces que escuchaba no eran humanas, era una lengua extraña, indescifrable para mí, no las reconocí como humanas y las relacione rápidamente con las voces de algunos extraterrestres que había visto y escuchado en algunas películas. De pronto los perros del vecindario ladraron y observe claramente que algo se movió por la parte de afuera de mi ventana.
Eso me paralizo, no quería asomarme, me dio mucho pavor. Me olvide de todo y simplemente dije –Aquí muero. Comencé a temblar y a sudar petrificada allí, de pie frente a mi cama.
No sé como lo logre, pero realice un salto casi felino hasta mi cama y me tape esperando que las voces se fueran.

Los perros del vecindario dejaron de ladrar. De pronto escuche fuertes golpes al parecer con algún metal, como choques de algún vehiculo metálico con el concreto. En mi mente sólo cabía la posibilidad de que los extraterrestres querían aterrizar en el techo que vendría a ser el tercer piso de mi casa, justo arriba de mi cuarto. El único que dormía en el tercer piso era mi perro Tyson, un boxer de 8 años, el cual es muy buen guardián, sin embargo me preocupo no escucharlo ladrar. El ruido persistía y tenía curiosidad por saber que pasaba arriba de la casa.

Minutos después unos ladridos intensos provenientes de la casa del vecino hicieron que el ruido se detenga intempestivamente. Seguidamente escuche como descargas eléctricas acompañadas de luces resplandecientes, seguidamente logré oir a el perro llorando como si lo hubiesen golpeado. Entonces me dije: ¡No puede ser!, están disparando sus armas láser a los perros. -!Dios mío! mi perro debe de estar muerto.

No sabia que hacer sentía que caminaban en mi techo, y no me animaba a salir de mi cama para ir al cuarto de mi mamá a buscar refugio. El miedo me mantenía paralizada, tenía el celular en la mano y decidí enviarle un mensaje de texto a mi mamá. Le envié como cuatro mensajes que decían: “Mamá ven rápido a mi cuarto, tengo miedo”.

Mamá se encontraba profundamente dormida, desde mi cuarto escuchaba que los mensajes le llegaban a su celular pero ella no contestaba. Me estaba desesperando y decidí enviar un quinto y último mensaje. Enseguida escuche que mi mamá habría la puerta de su habitación y encendía las luces de la casa, asimismo sus pasos me indicaban que se acercaba a mi alcoba. Entro a mi habitación prendió la luz y me encontró envuelta en mis frazadas y cubrecamas temblando y llorando. Que sensación mas aliviante sentí cuando la vi ahí parada en la puerta de mi cuarto
-¿Qué pasa?, pregunto medio dormida.
Me abalance a sus brazos y le conté todo.
Me escucho tranquilamente y se quedo acompañándome toda la noche.
Los ruidos cesaron y no se en que momento me quede dormida.
En la mañana mi perro estaba allí sano y salvo.
Pero yo me quede con la incertidumbre de saber que ocurrió esa noche en el techo de mi casa.
Aunque nadie me cree, estoy segura que lo que escuche esa noche fueron extraterrestres. -¡Que Miedo! Me visitaron los E. T.

(Gracias Fabiola)

sábado, 2 de febrero de 2008

LA ORACIÓN DEL RENEGADO


Eran las tres de la tarde de un viernes de agosto y como corresponde a esta época del año e de imaginarse que se trataba de un atardecer frío y lluvioso en la capital de la república. En estos momentos me encontraba en la zona de lavado de vajilla junto con mi gran amigo y compañero de trabajo, un joven de nombre José. Juntos nos encargábamos de dejar todo el menaje listo para la atención del siguiente día. Por supuesto él es el que se llevaba la peor parte de la labor cotidiana, ya que le habían asignado el puesto de Ayudante General, era el encargado de dejar impecable todas las instalaciones de la cocina, ayudar a los cocineros, al chef , al almacenero en múltiples trabajos y finalizaba su laborioso día con el lavado de platos, cubiertos, vasos , copas y todo cuanto correspondiera al menaje del comedor. Por mi parte, yo estaba encargado de la atención directa con los comensales, que duraba hasta las dos de la tarde después estaba dedicado a ayudar a mi compañero José, secando y acomodando la vajilla en los estantes.
En estas dos horas que trabajábamos juntos, compartíamos largas y amenas charlas.
-Oye, ¿no te parece un poco irónico? –pregunto José.
-¿Qué cosa? –respondí.
-Que tanto tú, como yo, estemos estudiando computación e informática y estemos trabajando en el comedor de IBM tu haciendo de mosaico y yo de lavaplatos, mojándome en este frío. –recalco.
-Si tienes razón es un poco irónico.-alegue. - José, cuando tus patas de tu instituto te preguntan en dónde trabajas, ¿qué respondes? -Le pregunté.
-¡ah ya!, yo les digo que trabajo en IBM y no me dicen nada más, si supieran que lavo platos, en su comedor, se pondrían a vacilarme todo el día. Son más jodidos. Es que ellos si tienen buenas chambas –respondió.
-Sí, seguramente que si. ¿Tú crees que alguna vez podamos trabajar aquí en nuestro rubro? –le volví a preguntar.
-No creo. Aseguro tajantemente.
-¿Por qué lo dices tan seguro? –le interrogue.
-He escuchado, que aquí sólo aceptan a egresados de universidades privadas, como la de Lima. Nosotros somos de institutos superiores, no tenemos oportunidad alguna de entrar aquí, que no sea como lo estamos haciendo ahora, como simples trabajadores de otras empresas que le prestan servicios a IBM. –volvió a afirmar mientras acomodaba la vajilla en la maquina que lavaba los platos.
-Yo creo que te equivocas, hay que pensar positivamente. –remarque.
-No, ahí si estas equivocado, tendría que pasar un milagro para que eso ocurra en esta vida. –enfatizó.
-Entonces vamos a pedir un milagro. –insistí mientras acomodaba una bandeja llena de vasos sobre el estante.
-Ja,ja… no me digas que ya tienes vara. Por que si es así no te olvides de tu pata. Tu no pierdes el tiempo. -Respondió socarronamente.
-No no tengo a nadie aquí, te digo que no hablo de vara, sino de pedirle a Dios un verdadero milagro.-le dije
-¿Y como haces eso?-se mostró sorprendido.
-tenemos que orar. -recalqué
-¿Orar a Dios?-se extraño. Lo supe porque fruncía el ceño.
-Sí orar.-le afirme.
-¡No!, no compare, a mi no me metas en eso, eso no funciona, cuantas veces le he pedido a Dios que me cambie de chamba y ya llevo tres años aquí, lavando platos y fregando pisos, no pasa nada, no es efectivo. –lo dijo en un tono fastidiado casi al borde del enojo y el resentimiento.
-Sabes no se porque lo dices, pero a mi siempre me ha funcionado, seguramente no tenias fe. –le explique.
-No creas, lo hice muchas veces con toda la fe del mundo y he acabado frustrado.-me contesto un poco irritado.
-¡No puede ser!, Algo debiste haber hecho mal. ¿Te acuerdas lo que le pediste y como lo dijiste?, tal vez si lo repites ahora mismo te pueda decir en que fallaste. Por que dudo que lo hayas hecho bien.-le exclame.
Inmediatamente después, José se me acerco, me miro muy seria y fijamente a los ojos toco con su dedo índice mi pecho y me dijo, -de acuerdo, ¿quieres saber como lo hice?, presta atención.
Inmediatamente se coloco en medio de la habitación donde nos encontrábamos, se encontraba vestido con un mameluco blanco, unas botas también blancas de jebe, sus guantes de hule amarillos, su delantal de plástico naranja y su gorra blanca, se dejo caer de rodillas, levanto su mirada al cielo y sus brazos hicieron lo mismo. La pequeña ventana de esa habitación ilumino su rostro y sus húmedos guantes amarillos. Nunca antes lo había visto así, por unos segundos creí que estaba a punto de conocer su intima forma de relacionarse con el Todopoderoso, sentía que estaba formando parte de un éxtasis religioso o algo así. Pero todo se derrumbo cuando José clamo a gran y viva voz.
-¿HASTA CUANDO?, ¡ABUUUUUSIVO!.