martes, 24 de junio de 2008

LA CUEVA DEL INDIO


Aquella tarde estábamos mas relajados en la Villa de Aguas Claras, una hermosa finca en donde permanecimos concentrados durante nuestra preparación física y técnica en Cuba. Ya habíamos acabado los entrenamientos de preparación en la isla, sobre todo los tan estresantes sparring, con nuestros anfitriones cubanos. Todo el equipo de boxeo del Perú, cámara en mano, estábamos preparados para conocer un poco más de esta calida tierra.
Aquella tarde tomamos “la guagua” (el bus) que nos llevaría a la tan famosa y esperada “Cueva del Indio”.
En este viaje nos acompañaban dos personajes peculiares, Casihuara, un moreno de 1.90 Mts. de peso medio (75 kg). de labios gruesos ojos grandes cabello muy corto, de rostro muy serio y poco expresivo, y su fiel compañero Joel, también un moreno, pero de los llamados pesos chicos, un peso pluma (57 kg) para ser exacto. No había logrado hablar mucho con estos dos personajes, no hablaban mucho, al menos no conmigo, tenían una mirada extraña y una de las pocas palabras que continuamente les oía decir cuando se dirigían a mí era “CHANGE” mientras se tomaban con sus dedos sus pulóver.
Me tenían hinchado, me seguían a todos lados con su tan irritante “change”.
El panorama hasta la tan famosa “Cueva del Indio” tenía una vista espectacular, se podía apreciar el verdor del paisaje por todos lados.
-Ya en la cueva, un guía nos prevenía sobre los accidentes que podríamos tener durante nuestra visita en ese cavernoso lugar, debido a que el lugar era húmedo y resbaladizo, dotado de poca visibilidad.
-¡Cuidado con la cabeza! ¡caminen con cuidado! -nos advertía el guía.
-¡Au!-se escucho quejarse a Casihuara. La poca visibilidad y el gran tamaño de nuestro amigo, produjo que se golpeara la cabeza con unas de las puntas de la cueva.
-¡Nero! ¡cuidado con los cachos! Jajajaja…-dijo uno de nosotros, mientras todos reímos por la desdicha de nuestro invitado. Quien después de lamentarse un momento, lo tomó con gracia.
Ya en el interior de la cueva estábamos en una especie de embarcadero, era espectacular, un río corría dentro de la cueva.
Rápidamente nos subimos y acomodamos a lo largo de la pequeña embarcación y nuestro guía se coloco en la proa del barco con una linterna, para así dar inicio a nuestro viaje por este río subterráneo.
Mientras nos deslizábamos por las aguas subterráneas de esta gruta, el guía nos contaba sobre la profundidad y longitud de la travesía, además por momentos señalaba con su linterna hacia algunas rocas de la cueva.
- Y ahora fíjense en aquella silueta de un indio cacique fumando en pipa.
Todos mirábamos estupefactos tratando de reconocer la figura en la roca.
Luego alumbro a otro punto de la cueva.
- ¡Miren!, ahora la cabeza de un cocodrilo.
-¿dónde? –repetimos al unísono. Todos seguíamos con la mirada los puntos que alumbraba.
Más allá, nos indico con la linterna y con su dedo índice.
-Aquello parece una botella de champaña, y aquello la cabeza de un gallo. Vean, vean esas estalagmitas y estalactitas. –repetía nuestro guía.
Era increíble las rocas tenían las formas que nos indicaba.
- Yo sólo les e indicado algunas formas que se ha podido reconocer hasta el momento, ahora ustedes de repente pueden identificar algunas otras formas existentes en la cueva. – nos indico el guía.
De repente oímos
- ¡Miren! ¡miren! –dijo nuestro amigo Casihuara, mientras señalaba desesperadamente el techo de la caverna.
Todos respondimos:
- ¿qué es? ¿qué pasa? –manifestamos mientras tratábamos de ver algo hacia la dirección que señalaba Casihuara, en ese oscuro lugar.
- ¡No hay nada nero! Decían los compañeros.
- ¡Miren! ¡miren esas rocas! – replicó desesperado nuestro amigo, mientras avanzábamos lentamente en el bote.
- ¿Qué cosa? ¿qué has visto? -Preguntamos en una sola voz, exasperados por su insistencia y por querer averiguar su posible asombroso descubrimento.
- ¡Miren!, ¡Miren! insistió una vez mas con gritos desesperados.
- ¡No vemos nada nero! ¿qué es?- replicamos de una vez.
-¡Miren una pinga! – contesto con una voz gruesa y picara.
Todos reímos a carcajadas
- ¡Cuidado con las cabezas! – exclamó nuestro guía, mientras seguía riendo junto con nosotros.

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