lunes, 22 de septiembre de 2008

LOS 20 CÉNTIMOS


La tarde estaba fresca y lluviosa, en contraste con las primeras horas de la mañana, en donde un fuerte sol arreciaba la capital loretana. Como todos los días, hoy ha sido un día muy fatigoso y cansado por las múltiples labores que realizó.
Mi día comienza a las tres de la mañana, me levanto a realizar todas las labores de la casa y preparo mis implementos para el trabajo.
La comida es mi trabajo, prepararla es mi placer, pero complacer a mis asiduos comensales es mi deber.
Hoy me siento muy cansada, mas que de costumbre, creo que es por el embarazó, mis siete meses de embarazo me obligan a echarme una siesta algunas tardes, actividad a la que no estoy acostumbrada.
Mi hijo Bruno se encuentra Jugando en la sala y con ordenes estrictas de no salir a la calle mientras me encuentro descansando. A sus cinco años él es muy obediente y un buen muchacho.
Estoy recostada en mi cama y siento una presencia en mi habitación, ligeramente entreabro mis ojos sin inmutarme y veo que es mi pequeño hijo.
No sé que le ocurre, le notó extraño, esta entrando muy sigilosamente a mi habitación, antes de entrar se me acerca me mira y cree que sigo dormida, y continua caminando hacia mi cómoda.
Muy despacio abre el cajón que está mas cerca al suelo y lo usa como escalón, para poder alcanzar el cofre que se encuentra en la cima de dicho mueble.
Sin hacer casi ningún ruido abre el cofre y saca algo. No logro ver lo que es, pero es algo pequeño, luego lo esconde en sus bolsillos, para luego volver a cerrar el cofre y bajarse del cajón cerrarlo en un absoluto silencio y dejar todo como si nada hubiese ocurrido.
¡No puedo creerlo!, acabo de ver que mi hijo ha sacado algo de mi joyero sin mi consentimiento y no sé lo que es.
Decido esperar cinco minutos, para luego salir a averiguar que esta pasando.
Al salir a la sala, veo a Brunito, mi hijo, que se encuentra jugando con algo redondo y al verme se dirige con prisa hacia mi.
-¡Mamí!, ¡mami!, ¡mira lo que me encontré! -Me dijo mientras levantaba su mano derecha y me enseñaba una moneda de veinte centavos que sostenía entre sus pequeños dedos.
Mis dudas fueron disipadas, -eso era lo que saco de mi cofre, una minúscula moneda de veinte céntimos.- Pensé, pero no me preocupo el valor monetario de la moneda, sino porque mi pequeño me estaba mintiendo y peor aún me estaba robando.
Esta era mi oportunidad para enseñarle una lección y un valor de por vida, pero antes quise saber hasta donde llegaría con su engaño.
Así que mientras levantaba su mano para enseñarme su moneda, note que esta estaba sucia como si hubiera sido sacada de tierra húmeda.
Sin duda mi hijo al sacar la moneda del cofre la había ido a enterrar y ensuciar para hacer mas creíble su historia.
-¡Esto estaba llegando demasiado lejos -me dije dentro de mí.
Lo miré a los ojos y le dije: -¡Que suerte tienes!, ¿dónde te lo encontraste?
-Afuera. –respondió sin mirarme.
-¿Dónde dices?-le volví a preguntar.
-Afuera mamí. –me dijo esquivando mi mirada.
- ¿Con que afuera no! – le respondí irónicamente mientras decidí desenmascararlo.
Estoy convencida que a las personas se les educa y corrige desde chicos. Aunque me causó gracia lo que hizo Brunito, sé que esto podría trascender a algo mas grande de lo que me podría arrepentir y no estoy dispuesta a que esto ocurra, mucho menos con mi hijo, el ser que tanto quiero.
Así que lo mire fijamente a los ojos y le dije: -¿Así que te lo encontraste en la calle? ¿Y qué hacías en la calle si no tienes permiso de salir y tú no sales ni me desobedeces por nada del mundo?
Brunito me miraba anonadado, sorprendido y asustado.
- Tu me quieres engañar, pero no me vas a poder engañar, porque yo soy tu madre y nunca me vas a engañar.
Estas palabras retumbaron en los oídos de mi pequeño que estaba empezando a inundar sus ojos con lágrimas.
- Dime la verdad, tú has agarrado esta moneda de mi cofre que esta en mi cómoda, y lo has sacado al patio y ensuciado con tierra para hacerme creer que te lo has encontrado. ¿Si o no?
Brunito asintió con la cabeza, con su mirada triste.
- Hijo no vuelvas a hacer eso, porque lo que tu has hecho es robarme y eso no se hace eso esta mal. -Le reprendí.
- brunito no resistió mas sollozando se abalanzó a mis brazos, diciendo: -¡Perdóname mamá! ¡no sabía!, ¡no quise hacer eso!. -Correspondí a su abrazo y sentí que su arrepentimiento era genuino, tan genuino que nunca más lo volvió a hacer.

GRACIAS PAQUITA