miércoles, 2 de septiembre de 2009

TE VEO EN EL CIELO


Me encuentro allí, justo fuera de la sala de embarque del aeropuerto Jorge Chávez. Viendo como todo una multitud de extraños se encuentran despidiendosé de los seres a quien aman, o de sus ocasionales anfitriones de esta gran ciudad. Me he detenido ha apreciar como cada una de estas personas tiene una peculiar forma de despedirse; he puesto atención en sus gestos, ademanes y su oparticular forma de decirse adios.
Unos se besan timidamente en la mejlla, otros con un simple apretón de manos, un grupo de turistas nipones levantan sus manos y hacen una tradicional reverencia con la cabeza a sus congéneres de esta parte del mundo, no faltan los más expresivos que previa fotografía se dan fuertes abrazos y cariñosos besos, como dispidiendose por última vez.
De pronto me asalta un recuerdo, viene a mi mente, la última vez que te vi, que te abrace y que te dije adios.
Recuerdo, que fue cuando me despedía, en mi último viaje de vacaciones, nunca antes habías venido a despedirme, pero esa vez lo hiciste y me dió mucho gusto. No sabía que sería la última vez que te vería, que te tomaría entre mis brazos, que sentiria tu calor, tu aprecio, no sabía que serían las últimas palabras que oiría de tus labios y que ahora retumban en mi cabeza.
-Adios, mi negro. ¿cuándo vuelves?, has de venir mas seguido-. Me dijo, carmencita la más jovén de mis tías.
No sabía que nunca más la vería, que el destino y la fatalidad la abrazarían para separarla de los que más quería, para siempre.
Aún recuerdo aquella última vez, como nunca antes, fue a despedirse de mí al aeropuerto, sin saber que sería para siempre.
Sin conocer eso, ambos seguimos la rutina de los demás, primero una fotos, una bromas en la conversación para dar fortaleza y hacer menos triste la despedida, y unos abrazos y dulces besos en las mejillas, para luego decirnos adios con la mano, mientras ingresaba a la sala de embarque y ella se quedaba con el resto de mis familares, se quedaban alli afuera, de pie tristes.
No supe que sería la última vez que la vería. Hoy que recuerdo esto me gustaría retroceder el tiempo, Sólo un minuto nada más, en un minuto en medio de esa última despedida, para poder colar entre ese dulce abrazo y beso, un “te quiero”.
-Te quiero carmencita, más ahora te lo diré allá en el cielo.
-Allá en el cielo.
-Claro, ¡si es que voy!.

viernes, 12 de junio de 2009

EL LADRÓN DE BESOS


Son las 11 de la mañana hora del recreo, me percató que allí está ella, en le pasillo, la tengo cerca a mí , a apenas unos pasos. No me aguanto las ganas y me acerco a su encuentro.
Me paro en su delante, la saludo con un beso en la mejilla, como de costumbre; mientras ella, mi adorada Fiorella, me mirá con sus grandes ojos café. me esbosa una tierna sonrisa sin saber que me muero por ella.
Rápidamente saco un llaverito de delfín que compre exclusivamente para ella en mi último viaje de fin de semana que realizé a Trujillo, tomo sus manos entre las mías y le entrego el obsequío.
Sus ojos se le iluminaron, y su rostro también.
-¿Para mí? ¡gracias amigo! ¿y eso por qué?- me dijo.
- Es que este fin de semana fuí con mis padres a Trujillo, ví ese delfín y pensé que te gustaría. Y quería ver ese rostro de felicidad-le mencione, con cierta desición en mis palabras .
-¡Ho!, ¡si! ¡gracias amigo, que bueno eres!-me contesto muy alegre.
Luego me dio un abrazo de agradecimiento y continuamos conversando.
Me apenaba saber que se acababa el año. Que este año seríamos promoción y que tal vez nunca más nos volveriamos a ver, y lo peor de todo es que ella nunca se enteraría, que yo la amaba, que la venía amado en silencio todo este año, que nunca se lo dije porque soy un cobarde. Lleno de miedos y complejos.
La veía féliz contemplando su obsequío y mirándome a la cara, llena de felicidad. Pude ver que me hablaba, me conversaba seguro de algo importante, pero yo sólo veía sus ojos, los cuales estaban fijos en los míos, escuchaba su voz pero no entendía lo que decía. estaba imnotizado.
Yo estaba decidido, la tenía tan cerca a mi, más cerca de lo que nunca jamás he estado de ella y era hora de hacer algo. Era hora de acabar con mis miedos, de derrotar al perdedor que habitaba en mi. Pensaba que talvez esta sería mi última oportunidad y que nunca jamas volvería a presentarse una oportnidad como esta.
Era el momento, mi única oportunidad de manifestarle lo que sentía en mi corazón, de expresarle cuanto la quería y desde cuando la admiraba y gustaba en silencio. De poder decirle con mi corazón abierto que no sólo la veía como amiga, sino también como mi enamorada.
La continuaba viendo, miraba sus ojos, anonadado, perplejo veía como sus labios se movían articulando cada palabra que salía de su boca, sentía su aliento fresco sobre mi cara y no pude más, la tomé fuertemente con mis dos manos de cada lado de su rostro y ahoge sus palabras con un beso. La besé, no lo pude creer, en un acto de cobardía, de locura, de amor o deseperación no lo sé; fuerón tan sólo unos segundos, pero eso me basto, luego corrí. Corrí como el cobarde que soy, y ella se quedo allí; perpleja, idiotizada, paralizada mirandome con la boca abierta como me alejaba.
Fue el momento más feliz de mi vida y aunque ahora no me habla, cada vez que recuerdo ese momento soy féliz. Soy féliz aunque no he de olvidar que me costó cara mi osadía, porque de todas maneras la perdí.

martes, 10 de marzo de 2009

LA GENTE INVISIBLE


Estoy parado a media calle, perplejo, abrumado, incomodado por la multitud que le pasa por su costado, lo roza, lo esquiva, lo ignora. Algunos miran sin mirarlo, de reojo, de pasada pero no se inmutan, no se le acercan, no se conmueven, ni se impresionan. Parecen no advertir al pequeño humano que se ha dignado a parase en media calle con la esperanza de ser socorrido, ayudado, tomado en cuenta por aquella multitud indiferente, ciega e insensible. Acostumbrada a esquivarle a las desgracias ajenas y motivadas por su propio egoísmo no lo ven o no lo quieren ver. Por tal motivo su particular desgracia le ha hecho invisible a la masa.

He notado que tan sólo es un niño. El panorama es muy fuerte y su desgracia aún peor, ha sido protagonista de algo terrible, escalofriante y pavoroso, lleva las marcas de lo ocurrido en su piel. Sus manos y su rostro están desfigurados, las marcas de las quemaduras son muy profundas, las heridas ya están cicatrizadas pero las marcas son indelebles. En su pequeño rostro se aprecia una mirada tierna y a la vez vacía, casí seguro es por el golpe diario de la indiferencia que día a día lo castiga y al que por necesidad se ve sometido a afrontar. Sus labios casi han desaparecido dibujando una permanente sonrisa que muestra sus diminutos dientes de leche. Parece no tener parpados, sus globos oculares parecen querer salirse de su lugar, su rostro se ha convertido en una eterna mascara, una impresionante mueca horrible. Pero lo que más llama la atención es el desconsuelo que refleja su mirada.

¿Quién es él? Él es uno de los miles de denominados “la gente invisible”. A pesar del dolor y el drama que les tocó vivir. Nadie los ve, no se les acercan, no los apoyan, nadie les da una palmada de ánimo en su espalda y no los quieren, porque nadie quiere a quien no conoce.

Llevo ya un buen rato observando y sólo algunos pocos se han dignado a mirarlo y otros pocos se le han acercado a colaborarle.
Los hemos hecho invisibles, para no comprometernos porque somos indiferentes, despiadados e inclementes al dolor ajeno.
Hoy he pasado por la misma calle, mi paso a sido distraído, pensando en mis cosas, divagando en mis frivolidades. ¡No lo puedo creer! acabo de cruzar la calle y me doy cuenta que he pasado por su lado, lo he rosado, lo he esquivado, no me he inmutado con la presencia de aquel pobre niño. Lo he hecho invisible, y he caído en la cuenta de que si él es invisible yo me he convertido en un imbecil insensible.

martes, 3 de marzo de 2009

SE FÍA A LOS MUERTOS

Estoy sobre la motocicleta cumpliendo una serie de tareas y haciendo aun más laborioso mi día de descanso, a bordo de mi vehículo el impetuoso astro rey, me ha castigado durante toda la mañana, no ha tenido piedad de mí, me ha lanzado sus implacables rayos solares, deshidratando mi cuerpo, empapándome de sudor y resecando mi garganta.
Me siento agotado, siento la boca seca y mis ganas de beber son tremendas.
Diviso una vieja bodega de barrio, de un gran portón de madera y un enorme letrero dibujado a mano con pincel. “Bodega Karlita”.
-“Este es un buen lugar para aplacar mi sed”- pensé.
Me estaciono en la entrada, me dispongo a entrar y lo primero que llama mi atención es un gran letrero plastificado de fondo blanco y letras negras que decían lo siguiente: “SE FÍA A LOS MUERTOS”, el mismo estaba ubicado en el nivel superior del estante que le daba el frente a la entrada.
Me causo gracia el escrito. Estaba claro que aquel bodeguero a quien se le notaba lleno de años de experiencia como comerciante de barrio, luego de un sin número de malos ratos por haber accedido a dar crédito a vecinos y amigos que resultaron malos pagadores, había decidido mandar a hacer dicha inscripción. Para de alguna manera poner un alto a cualquier persona que quisiera entrar con los ánimos de pedir nuevamente fiado.
Sonrío, e ingreso al local y al instante pido una Coca cola.
Al recibir mi gaseosa le doy un primer sorbo, luego me dirijo a la puerta para empezar a beberla buscando que la brisa que corre tímidamente por la entrada me refresque.
Al instante un moto taxista a bordo de su vehiculo se para al lado de donde me encontraba, en el asiento del pasajero se encontraban dos voluminosas damas, que venían conversando amenamente.
No me inmuto y doy otro sorbo a mi bebida mientras sigo refrescándome con la brisa.
El mototaxista baja y se sorprende con el letrero, al igual que yo sonríe por la inscripción, luego ingresa a la bodega pide un cigarro, lo enciende, luego se dirige hacia las damas e interrumpe su conversación:
-Chavela mira lo que dice ahí: “Se fía a los Muertos” Eso debes de poner en tu tienda, jajaja.
La señora un poco incomoda porque le cortaron la ilación de la conversación que sostenía con su acompañante le responde:
- ¡Se fía a los Muertos! ¿Y qué estas esperando? Dile que te fíe pues.- manifestó con una voz picara y segura.
- ¿Qué me fíe? ¿Por qué?-manifestó extrañado el conductor mientras fruncía el ceño.
-¿Cómo que por que?, dile que tu pájaro se ha muerto. Ja ja ja ja- lo dijo socarronamente estallando en una risotada.
No lo pude evitar, al escuchar la respuesta el sorbo de gaseosa me termino saliendo por la nariz, luego se convirtió en una carcajada.
- Mira como se ríe ese joven . jajajajaa- manifestó la señora.
EL motaxista avergonzado seguramente por mi falta de tino para reír, subió a su vehiculo y muy raudo emprendió la marcha mientras las señoras derramaban carcajadas dentro del vehículo.
-Jajajaja… tu pájaro se ha muerto jajajajja, dile que te fíe jajaja- vociferaban felices.

domingo, 1 de febrero de 2009

LA MARCA


No todas las almas son buenas, uno nunca sabe que tipo de ente estará a la espera, atento de que alguien le abra la puerta, y le permita de nuevo estar de alguna manera presente en este mundo. No puedes elegir a tu alma preferida, sólo colocar el tablero prender tus velas e invocar que alguien en el más allá te escuche y se atreva a participar en tu juego, el juego de la Quija.
¿Porqué lo hacíamos? No lo sé con certeza. Talvez esperábamos alguna respuesta para el futuro o saber lo desconocido del pasado. Tal vez por el simple placer de hacerlo. Lo cierto es que nos fascinaba, sentimientos de temor y valentía se encontraba en cada una de las sesiones.
Mis amigos y yo, sabíamos que existía el riesgo de que el alma invocada no quisiera irse de la misma manera que vino, y decida quedarse en este mundo. Por tal motivo siempre realizábamos las sesiones en lugares descampados, desoladas, casas abandonadas, y hasta aquella vez fue un éxito.
Recuerdo que una vez fuimos a una iglesia abandonada, una que tenía catacumbas, estaba abandonada y en proceso de refacción por tal motivo el pase a este lugar estaba prohibido.
Eso no nos importo, ni nos detuvo. Ingresamos buscamos el lugar mas tétrico y nos sentamos, prendimos las velas y comenzamos con el ritual de invocación. Al instante apareció un alma, nos dio mucho miedo pues se trataba de un alma rebelde. Movía la copa con fuerza, se negaba a dar su nombre, y la razón por la que se encontraba ahí, después de un largo rato logramos convencerlo de abandonar el juego.
Aún rememoro la última vez que participe de ese juego maldito, me asuste tanto que decidí no volver hacerlo.
Todos decidimos hacer el juego de la Quija en nuestro propio barrio. Al igual que las otras veces nos sentamos prendimos nuestras velas, mi amigo Luís y yo colocamos ligeramente las manos sobre la copa que estaba en el tablero y comenzamos a invocar para que se presente un alma. Y así sucedió el alma se presento, para nuestra mala suerte de una de las ventanas de una casa salió un señor molesto y vociferando a gran voz – ¿Qué carajo están haciendo muchachos de mierda?
Nos asustamos porque nos agarro desprevenidos y metimos la pata en grande. Soltamos el tablero y dejamos caer la copa al piso, la misma que se partió en pedazos cuando teníamos el alma en el tablero.
En ese momento una ráfaga de aire muy fuerte atravesó nuestros cuerpos, embriagándonos de pánico y temor. Un temor inimaginable, sabíamos que el alma se había quedado en el barrio y que seguiría al menos a uno de nosotros. Desesperados agarramos el tablero y corrimos, corrimos todos en diferentes direcciones cada uno a su casa con intensión de despistar al alma para que no nos siguiera, ni conozca nuestra ubicación.
Llegue a mi casa con mucho miedo casi temblando, no articule palabra alguna y me metí de un salto a la cama, el miedo me embargaba y cuando por fin logre dormir tuve una de mis peores pesadillas.
En mi sueño intentaba escapar de un ser extraño, no lo podía ver, sólo sentía su presencia como una sobra que se acercaba muy velozmente hacia mi. Sentía su respiración su presencia, su mirada pero no podía ver lo que me seguía.
En mi sueño corría despaborido por calles silenciosas. Lograba gritar pero nadie me escuchaba, nadie me auxiliaba, en eso siento que algo me coge de la pierna, exactamente desde la pantorrilla me sujeta y me aprieta fuertemente. Sólo atino a gritar, ha gritar desesperadamente -AAAAAHHHHHHH!!!
Logro despertar y darme cuenta que se trato sólo de un sueño, bajo de mi cama y me dirijo al baño y siento ligero dolor en mi pierna, me levanto el largo del pantalón y me doy cuenta de algo terrible, en la pierna que me había agarrado el ser extraño en mi pesadilla, en esa misma pierna tenia un moretón con forma de mano.
Estoy seguro que ese moretón me lo hizo el alma que dejamos escapar, ahora ya no tengo la marca, se borro a las pocas semanas. Pero jamás voy a olvidar la marca en mi pierna.
GRACIAS DAVID

martes, 13 de enero de 2009

UN ÁNGEL EN UNA TABLA


Después de comprar cerveza, comida y abundante agua, nos dirigimos rumbo a las paradisiacas playas del sur, para recibir el nuevo año como se debe, y eso es acampando en algún lugar del litoral limeño.

No éramos los únicos con esta idea, en nuestro paso por las playas nos dimos con la sorpresa que miles de personas se encontraban ya ocupando la playa, un sin numero de carpas multicolores nos indicaban que deberíamos adentrarnos más al sur, para encontrar la paz y libertad que buscábamos.
Es así como llegamos a Puerto Viejo. Alquilamos dos carpas en donde nos instalamos para luego beber, bailar y comer hasta las cuatro de la mañana.
Ya en horas de la mañana el calor arreciaba sobre nuestras resaqueadas humanidades, por tal motivo decidimos refrescarnos en el mar.
Era una sensación divina, por más que nos adentrábamos en el mar éste nos llegaba a la cintura. Luego nos percatamos de la presencia de una isla de piedras en medio del mar, en la cual habían pequeñas cruces de madera con inscripciones. Aquella isla era una especie de rompeolas y provocaba dos tipos de olas que llegaban en diferentes direcciones.
Los demás compañero de juerga salieron del agua y sólo quedamos Walter y yo. Sin medir el peligro y motivados por la euforia y nuestra estupidez, nos establecimos el reto de quien llegaba primero al islote de piedras.

Nadamos sin parar, el oleaje se puso cada vez mas fuerte conforme nos acercábamos, ya no sentía el suelo y seguí nadando.
Walter me llevaba ventaja cuando estaba por llegar uno de los pescadores que se encontraba desde el rompeolas nos grito: -No vengan por acá, es peligroso, o quieren que pongamos dos cruces más con sus nombres.
Walter llego y subió al islote y desde ahí me pidió que regrese.
-Daviiiiiid regresaaaaaa! ¡es verdaaaad! esta muy fuerte el oleaje. Mira mi brazo idiota- me enseño su brazo y estaba sangrando. Se había cortado con las filudas piedras de las cuales se agarro para que la ola no se lo llevase.
Pero ya era tarde para mi, las olas me zarandeaban a su antojo, trate de aferrarme al islote de piedras, pero apenas logre rozarlo con uno de mis dedos, cuando una fuerte ola me llevo mas adentro.
Me comencé a desesperar le pedí ayuda a Walter. –Walter ¡Ayudame!, ¡me ahogo!- pero él atónito, no pudo hacer nada.
La marea me seguía llevando, trate de tranquilizarme y de no desesperarme, sin embargo el encontrarme solo en medio de las olas era una sensación inaguantable.
Me llegue a cansar y un calambre paralizo una de mis piernas, me comencé a hundir y a tragar agua, era mi fin. Pero una voz me dijo – Sujétate fuerte.
Voltee y era un surfista con su tabla. Así lo hice me aferre de su tabla con fuerza.
-Tranquilo yo voy a nadar por ti, ya estas a salvo, todavía no ha llegado tu hora, tienes muchas cosas que hacer- me dijo.
Al cabo de unos minutos pude divisar la playa y me emocione de alegría, se me salieron las lágrimas de felicidad, por fin pude tocar la arena con mis pies, luego llore y le di las gracias a mi improvisado héroe por salvarme de una muerte segura.
-Sólo recuerda lo que te dije y has tu lo mismo-fue lo último que me dijo.
llegue cansado, caí de rodillas en la playa voltee y ya no estaba el surfista, le pregunte a un grupo de chicas que estaban muy cerca de mi, -¿saben para donde se fue?
-¿Quién?- me dijeron ellas,
-El surfista que me ayudo salir- les indique.
Ellas se miraron con desconcierto y me dijeron -Estas loco, si nosotras te hemos visto venir desde al fondo solo-
-Solo, no puede ser.
-Si, estabas solo- reafirmaron.
Sólo entonces, llegue a la conclusión de que aquel extraño personaje, se trataba de un ángel, un ángel en una tabla.
GRACIAS DAVID.