miércoles, 16 de enero de 2008

QUE BASURA

Es de mañana, miró el reloj y ya son las siete y treinta, ¡otra vez tarde!. Peleo con mi flojera para levantarme. La mañana esta muy fría y aquí en mi cama estoy cómodamente abrigado.
Mientras dormito un rato mas, recuerdo que no he tirado la basura desde hace días.
-¡Caramba!, Otra vez se me pasa el condenado carro recolector de basura. Exclamo
En estos meses de invierno me resulta tedioso levantarme una hora más temprano, hora en la que el camión de la basura pasa por el barrio para cumplir con tan agitada labor.
Mi cocina ya esta siendo victima del hedor causado por mi irresponsabilidad, las bolsas llenas de desperdicios se han acumulado al lado de la puerta que da al patio.
-¡Dios mío!, me tengo que deshacer de esto.
En la tarde un señor recorre las calles empujando un triciclo, que ha sido acondicionado con cartones para convertirlo en un contenedor de desperdicios ambulante.
Seguramente decidió dedicarse a esto, cuando descubrió que por aquí existe gente como yo, personas que aman disfrutar de un confortable sueño y que no estan dispuestos a sacrificar su descanzo para deshacerse de la basura diaria. Por eso él recorre todas las tardes las calles de algunas urbanizaciones de Surco, mi amado distrito, empujando su triciclo de desperdicios, recorriendo los mas escondidos vecindarios para que gente como yo, pida sus servicios por una módica suma de cincuenta centavos.
Me asomo a la ventana y ¡OH! ¡Sorpresa!, El señor con su peculiar herramienta de trabajo se están alejando, no lo vi pasar. Me apresuro a cargar con las tres bolsas de plástico repletas de desperdicios. Y salgo corriendo para darle alcance.
Al salir de la puerta de mi casa me doy cuenta que los vecinos están en la calle, unos barriendo, otros caminando y otros conversando. También me doy cuenta que el señor me lleva casi 60 metros de distancia y esta por llegar a la esquina.
Ya no puedo correr con estas bolsas, están por romperse y desparramar su maloliente contenido en medio de la calle, ya no puedo darme vuelta atrás, tengo que hacer algo para llamar su atención pero no se como. En un intento desesperado grito con todas mis fuerzas ¡HEY! ¡BASURAAAAA!.

Bastaron esas palabras para que mi calle enmudeciera, todos me miraban y sonreirán, claro el señor que recogía la basura volteo y camino hacia dónde yo estaba. Le entregue mis bolsas y el dinero correspondiente por ese trabajo, luego se fue.

Me di la vuelta para dirigirme a la puerta de mi casa ,me sacudo las manos y me siento avergonzado pues me acababa de dar cuenta que no use las palabras adecuadas para llamar a este señor que cumplía una noble labor.
Cuando pase por el lado de uno de mis vecinos que se encontraba barriendo y fue testigo de tamaño error me miro, sonrío y me dijo:
- "con qué, ¡hey Basura! no".
Muy avergonzado asentí con la mirada. Mientras el soltaba una carcajada. Luego le oí decir
- ¡que Basura!
y continuó riendo.

1 comentario:

Rakel dijo...

Me encantó! Es interesante ver cómo puede nacer una historia tan enganchante de una mañana común y corriente. Me hizo soltar una risa.
Buen escritor eh? :P